I Conteste las siguientes preguntas1.- ¿Cuál es la diferencia entre poesía, poema, verso y estrofa?
2.- ¿Qué es la versificación y el arte métrica?
3.- Menciona 4 diferencias que encuentras al escribir un cuento y un poema.
4.- Menciona qué relación encuentras entre una canción y un poema.
5.- ¿Cuando empiezas a leer algo ¿cómo sabes que es o no un poema?
6.- ¿Qué es el ritmo y qué la rima?
7.- ¿A qué se refieren cuando se habla de los elementos visuales y los elementos sonoros de un poema?
8.- Escribe una breve explicación de las clasificaciones del estilo:
• Subjetivismo y objetivismo en el estilo
• Por el ornato (árido, llano, nítido, elegante, florido).
• Por los efectos (serio, patético, humorístico, satírico).
• Por la extensión de las cláusulas (conciso y abundante o difuso).
• Por la estructura de las cláusulas (cortado y periódico).
9.- Escribe una breve explicación de cada una de las características del lenguaje poético:
• Palabras inesperadas
• Palabras ordenadas de forma inesperada
• Supresión de artículos, conjunciones, etc.
• Tiempos de verbos inesperados
• Aspecto visual
• Ausencia de puntuación y mayúsculas
• Patrones de sonido tales como insistencia, listas y repeticiones.
• Lenguaje abstracto y concreto mezclado
II Explique con sus palabras lo que quieren decir los siguientes textos.1.- “El poema se apoya en el lenguaje social o comunal, pero ¿cómo se efectúa el tránsito y qué ocurre con las palabras cuando dejan la esfera social pasan a ser palabras del poema?” Octavio Paz
2.- “A diferencia de lo que ocurre con la prosa, la unidad de la frase, lo que la constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido o dirección significativa, sino el ritmo.” Octavio Paz
3.- “El hombre se vierte en el ritmo, cifra su temporalidad; el ritmo, a su vez, se declara en la imagen; y la imagen vuelve al hombre apenas unos labios repiten el poema. Por obra del ritmo, repetición creadora, la imagen se abre a la participación. La recitación poética es una fiesta: una comunión. Y lo que se reparte y recrea en ella es la imagen. Octavio Paz
4.- El poema no puede existir sin el lector y su experiencia de una vida que llene sus silencios.
III Utilizando los términos y conceptos desarrollados en la parte I y II, comente los siguientes poemas.
YO NO LO SÉ DE CIERTO, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor unos cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)
MURO DE LAMENTACIONES ( fragmento)
Sedienta como el mar y como el mar ahogada
de agua salobre y honda,
vengo desde el abismo hasta mis labios
que son como una torpe tentativa de playa,
como arena rendida
llorando por la fuga de las olas.
Todo mi mar es de pañuelos blancos
de muelles desolados y de presencias náufragas.
Toda mi playa un caracol que gime
porque el viento encerrado en sus paredes
se revuelve furioso y lo golpea.
PIEDRA DE SOL (fragmento)
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo, (...)
sábado, 13 de septiembre de 2008
sábado, 6 de septiembre de 2008
¿ Por qué Literatura?
.
"¿Quién no se ha sentido frustrado alguna vez en la escuela, cuando ha tenido la impresión de que los contenidos que debía aprender estaban muertos y que no eran más que un montón de hechos carentes de interés y sin relación con su propia vida?
Aquellos cuyo años esculares estuvieron marcados por experiencias de este tipo suelen descubrir mucho tiempo después la riqueza de nuestra cultura y entonces comienzan a despertar. ¿Cómo no se dieron cuenta antes de que la gran literatura no es una asignatura aburrida, sino una forma de magia que posibilita compartir experiencias y observarlas al mismo tiempo?
Nuestro saber sufre una profunda transformación y nuestro sistema educativo está en crisis. Puesto que hemos seguido desarrollándonos, debemos renovar el díalogo con nuestra cultura situándonos en una nueva perspectiva.
Actualmente hay personas que sólo pueden hacer suyo el saber si éste significa algo para ellos; escolares y estudiantes que se niegan a asimilar los residuos de una cultura museística, porque su órgano perceptivo es su propia vida.
¿Por qué figuras como Don Quijote, Hamlet y Fausto son tan conocidas? "
Así empieza Dietrich Schwanitz su libro "La Cultura". Y así me gustaría empezar mi curso, retomando las ideas de este autor, con la misma idea de que a través de la literatura reciban una descarga de emociones que se apodere de su visión del mundo y haga de ustedes hombres nuevos.
Por ahí leí algún día algo que decía que uno no es el mismo después de haber leído un libro. Cualquiera que sea. No importa qué hayamos leído, siempre hay algo que se agrega a nuestro disco duro, y nos hace diferentes de los que éramos antes. “Pero para lograr tener una relación viva con la literatura, es necesario, dejar de lado toda solemnidad, toda grandilocuencia y toda vaguedad conceptual. El respeto hacia las aportaciones de los diversos autores debe nacer de la comprensión y de la familiaridad con ellos, y no de la imitación de las reverencias ajenas ante ídolos a los que no se comprende”.
Dicho en mis palabras, es necesario dejarnos de formalidades y abrirnos para sentir, lo que nos transmite el autor. Espero que en este curso, se pierda la frontera que divide al que escribe del que lee, que se logre comprender (no solo en el sentido de entender, interpretar y percibir, sino de encerrar y contener) el sentimiento, la vivencia, el lenguaje, y al menos por un instante, como por arte de magia, seamos otra persona, otro tiempo, otra situación, experimentando algo que sólo se logra a través de los libros.
Al terminar el curso, espero que hayan encontrado, al menos una palabra, una frase, o por qué no todo un viaje literario que enriquezca su vida.
"¿Quién no se ha sentido frustrado alguna vez en la escuela, cuando ha tenido la impresión de que los contenidos que debía aprender estaban muertos y que no eran más que un montón de hechos carentes de interés y sin relación con su propia vida?
Aquellos cuyo años esculares estuvieron marcados por experiencias de este tipo suelen descubrir mucho tiempo después la riqueza de nuestra cultura y entonces comienzan a despertar. ¿Cómo no se dieron cuenta antes de que la gran literatura no es una asignatura aburrida, sino una forma de magia que posibilita compartir experiencias y observarlas al mismo tiempo?
Nuestro saber sufre una profunda transformación y nuestro sistema educativo está en crisis. Puesto que hemos seguido desarrollándonos, debemos renovar el díalogo con nuestra cultura situándonos en una nueva perspectiva.
Actualmente hay personas que sólo pueden hacer suyo el saber si éste significa algo para ellos; escolares y estudiantes que se niegan a asimilar los residuos de una cultura museística, porque su órgano perceptivo es su propia vida.
¿Por qué figuras como Don Quijote, Hamlet y Fausto son tan conocidas? "
Así empieza Dietrich Schwanitz su libro "La Cultura". Y así me gustaría empezar mi curso, retomando las ideas de este autor, con la misma idea de que a través de la literatura reciban una descarga de emociones que se apodere de su visión del mundo y haga de ustedes hombres nuevos.
Por ahí leí algún día algo que decía que uno no es el mismo después de haber leído un libro. Cualquiera que sea. No importa qué hayamos leído, siempre hay algo que se agrega a nuestro disco duro, y nos hace diferentes de los que éramos antes. “Pero para lograr tener una relación viva con la literatura, es necesario, dejar de lado toda solemnidad, toda grandilocuencia y toda vaguedad conceptual. El respeto hacia las aportaciones de los diversos autores debe nacer de la comprensión y de la familiaridad con ellos, y no de la imitación de las reverencias ajenas ante ídolos a los que no se comprende”.
Dicho en mis palabras, es necesario dejarnos de formalidades y abrirnos para sentir, lo que nos transmite el autor. Espero que en este curso, se pierda la frontera que divide al que escribe del que lee, que se logre comprender (no solo en el sentido de entender, interpretar y percibir, sino de encerrar y contener) el sentimiento, la vivencia, el lenguaje, y al menos por un instante, como por arte de magia, seamos otra persona, otro tiempo, otra situación, experimentando algo que sólo se logra a través de los libros.
Al terminar el curso, espero que hayan encontrado, al menos una palabra, una frase, o por qué no todo un viaje literario que enriquezca su vida.
Herman Melville y Moby Dick
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Herman Melville, autor de una de las obras más significativas de la literatura norteamericana, fue en su tiempo, mejor conocido por haber vivido entre caníbales, que por ser autor de Moby Dick. Y no fue sino hasta después de su muerte, que su novela fue reconocida y se convirtió en un hito.
Interpretada y adaptada de múltiples formas y en diferentes medios (desde 1926 en el cine mudo, películas dirigidas por famosos directores como John Huston y Orson Welles, hasta caricaturas como la que en 1967 Hanna Barbera hizo para la televisión) Moby Dick ilustra los escenarios de sus viajes, sus inquietudes filosóficas y la dualidad que se encierra en todas las criaturas.
Herman Melville
Nacido en una familia acomodada en Nueva York. Al cumplir 13 años, sufre la muerte de su padre, que al perecer loco y en bancarrota, deja a la familia en una difícil situación, obligándolo a buscar la manera de salir adelante. La gran necesidad de ganarse la vida y su disposición al vagabundeo y la aventura, lo hacen lanzarse al mar. A los 17 años se enrola como grumete en un barco hacia Liverpool y a los 21, zarpa en un ballenero con hombres brutales y sin educación, donde tras convivir con ellos 15 meses, descontento por la vida dura y la brutalidad del capitán, deserta en las islas Marquesas. Ahí, los Taipis (considerados caníbales) lo reciben hospitalariamente. Nadaba y paseaba con una muchacha llamada Fayaway, y podría haber sido muy feliz, pero el miedo a que un día se lo comieran, nunca lo abandonó. Así que escapó a bordo de otro ballenero donde las condiciones fueron aún peores, ahí se sumó a un amotinamiento que lo llevó a una prisión de las islas del Pacífico donde posteriormente ya libre trabajó en la tierra y finalmente a los 25 años decide regresar a su ciudad natal y darse de baja en la marina. Un año después obtiene una licenciatura en Boston, y trata de vivir de la escritura, al principio con éxito, relatando lo vivido con los caníbales. Su novela Moby Dick, obra que concluye en 1851, no fue apreciada y la vida del escritor continúa de forma trágica; uno de sus hijos (no se sabe si por accidente) se mata de un tiro y un año después, otro hijo huye de la casa y nunca vuelven a saber de él. Melville pasa los últimos años de su vida en un oscuro empleo burocrático, sin saber que su libro se convertiría en un clásico de la literatura universal.
El Escritor
Las primeras novelas de Melville fueron las exitosas memorias de sus viajes, entre ellas Typee: A Peep At Polynesian Live y Omoo, posteriormente escribe Mardi And A Voyage Thither donde cambia su forma de narrar (lo que empieza como una novela de aventuras lo termina en una alegoría filosófica) llevando su novela al fracaso. A raíz de esto, escribe su única novela cómica, Redburn, la historia de un adolescente y su iniciación en la vida, resultan un éxito financiero. En 1951, termina su libro Moby Dick. Después del fracaso de Mardi And A Voyage Thither, seguramente no pretendía hacer otra cosa que regresar a sus libros de aventuras; plasmar la visión del mundo que adquirió en sus años de marino; retratar a estos personajes feroces que en su lucha por sobrevivir son capaces de cualquier crueldad. Sin embargo, su vecino, el escritor Nathaniel Hawthorne (por quien Melville sentía gran admiración y a quien le envía su manuscrito para que lo lea), a pesar de no quedar complacido con Moby Dick, advirtió que podía convertirse en una gran alegoría: la eterna lucha entre el bien y el mal que tanto inquietaba a Melville y se le presentaba como una contradicción propia del hombre. La crítica fue desfavorable para Moby Dick. La novela no fue apreciada por el público y esto arrastró a Melville a escribir Pierre un libro pesimista que reflejaba su estado psicológico y marcaría la pauta de ese estilo cínico e inconsolable de su última etapa como escritor.
Reivindicación literaria
La novela norteamericana nace en el siglo XIX con Melville y Nathaniel Hawthorne (La letra escarlata), pero esto no podía verse más que a la distancia. Más de veinte años después de la muerte de Melville, en 1918 llegó el momento de su reivindicación literaria. Dos Passos, Faulkner y Dreisser, entre otros, sacuden las conciencias norteamericanas y hacen posible el resurgimiento de Melville y Moby Dick considerándolo como un monumento de las letras universales. Son ellos que la conciben como el Quijote Norteamericano: una novela de aventuras en el mar, alegoría de la lucha entre el bien y el mal, reflexión profunda, aguda y singularmente moderna sobre la condición humana. Para ellos, que perfilaron la identidad cultural americana, todo se encontraba en esta obra, ahí estaban los cimientos de una literatura específicamente americana. Frente a Melville todos los autores anteriores se veían opacados, pues fue él quien realmente le dio profundidad a la ficción norteamericana. Moby-Dick fue calificada como una "épica natural" (una magnífica dramatización del espíritu humano en un escenario de naturaleza primitiva) debido al mito de esta caza, su tema de iniciación, el simbolismo que la rodea, la descripción de sus personajes y su búsqueda. La humanidad sola ante la naturaleza, se vuelve un tema eminentemente Americano. Como lo predijo el escritor francés Alexis de Tocqueville en 1835 este sería el tema que surgiría en América como resultado de su democracia: en la democracia, la literatura insistiría en “las ocultas profundidades de la naturaleza inmaterial del hombre” más que en las meras apariencias o distinciones superficiales como las de las clases y el estatus. Y ciertamente eso es lo que hace Moby-Dick. Los destinos de la humanidad, y el hombre en sí mismo, distanciado de su país y su tiempo, de pie frente a la Naturaleza y Dios, con sus pasiones, sus dudas, sus vicios y manías y esa inconcebible miseria que serían a partir de entonces, el tema de la literatura Americana. A partir de Melville, los grandes escritores norteamericanos, aprenden a mirar el mundo con objetividad y a sumergirse en las profundidades del alma humana sin olvidar ese lado despreciable y sombrío. Dos Passos, a pesar de lograr un estilo propio, no deja que tener características que se encuentran también en Melville (su tono poético y simbólico). Hemingway retoma esta lucha del hombre con el mar, pero aprende también a valorar la fidelidad de los lenguajes más adecuados abriendo caminos a la libertad de expresión de la novela contemporánea. Faulkner como Melville da a sus personajes características que los hacen únicos y peculiares. Habla de ese impulso interior, en ocasiones oscuro, que los conduce a una lucha contra las fuerzas hostiles de la Naturaleza y lo enriquece con las lecciones ofrecidas por la novela europea (especialmente James Joyce con su monólogo interior), para abrir las puertas a la llamada stream of consciousness (término de William James) con la que logra la literatura americana del siglo XX su maestría.
Moby Dick
El tema central de la historia es la venganza. El Capitán Ahab en su barco ballenero Pequod busca a Moby Dick, la ballena blanca que le arrancó las piernas hasta la rodilla.
La historia inicia narrada por Ismael, personaje que va a bordo del ballenero. A medida que avanza el relato, Ismael va perdiendo fuerza como personaje y se convierte en un narrador observador, a veces historiador, naturalista, incluso poeta y filósofo. La gama de personajes que transitan en esta aventura abarca todo; desde un hombre furioso con la vida y el mundo, como Ahab, hasta un Queequeg, hombre rudo que duerme con un hacha pero en el sueño, involuntario, abraza tiernamente a Ismael como si fuera una novia.
La magia de la novela es que puede tener un sin número de lecturas: Hanna Barbera en sus caricaturas pinta a la ballena como salvadora de dos niños y así cuenta las aventuras de ésta. También hay quien ve en el Capitán Ahab la obsesión moralizante de los puritanos que fundaron las trece colonias, los fanáticos que se escudan en un dogma y se valen de cualquier medio para llegar a su fin. Moby Dick puede incluso convertirse en una alegoría de la vida actual, donde los norteamericanos, al igual que los hombres a bordo del Pequod, pierden la vida siguiendo a un líder que ha perdido la razón y al que no entienden, pero que los atrapa en el vértigo de su propia locura.
Ahab, cree que su tripulación sólo está ahí por el dinero, ahí se asoma también la visión pesimista de Melville frente a su entorno. Una crítica que tal vez no fue consciente, pero que en su momento, lo liberó de toda esa frustración, pues al terminar de escribir Moby Dick, confiesa a Hawthorne que ha escrito un libro malvado, y se siente inocente como un cordero.
La ballena representa un monstruo de las profundidades, percibida por Ahab como un engendro del mal que ataca y destruye todo. Sin embargo la ballena no deja de ser una fuerza de la naturaleza. La ballena es un animal que lucha por sobrevivir, ajeno a todo rencor, a todo sentimiento humano.
Moby Dick es una obra que parece estar llena de simbología, por dar algunos ejemplos podemos mencionar la pata de marfil de Ahab como símbolo de su impotencia; la ballena blanca, el arquetipo del padre, o de la madre; Moby Dick símbolo del mal y Ahab del bien; Ahab el mal y Moby Dick el bien; 30 los tripulantes del barco el número exacto de los estados de los Estados Unidos cuando Melville escribió el libro; la internacionalidad de éstos (Africanos, Polinesios, Franceses, Chinos y Estadounidenses) representan la humanidad, mezcla de razas de la población estadounidense. Sin embargo algunos autores, como Somerset Maugham piensan que Melville no tenía la abstracción intelectual para lograr escribir una alegoría deliberadamente.
Lo cierto es que la novela tiene algunas extravagancias, errores de construcción, aparecen y desaparecen personajes sin explicación alguna, el lenguaje de cultos y bárbaros es el mismo, y el punto de vista cambia sin justificación. Mientras escribía Moby Dick, Melville casi no comía ni dormía, su obra se apoderó de él y su creatividad lo arrastró haciéndolo su súbdito. Pero nadie puede negar la belleza del lenguaje, sus vívidas y emocionantes descripciones de acción y por encima de todo, la siniestra figura del capitán Ahab, que con maestría logra llenar las páginas de poder y de fuerza.
Datos curiosos
• Moby, el DJ de la música electrónica, es tataranieto del escritor Herman Melville y su nombre artístico lo tomó del libro escrito por su Tatarabuelo.
• Tres jóvenes egresados de la universidad, unieron esfuerzos para realizar uno de sus máximos sueños, fundar una compañía de café, la cual recibió el nombre del primer oficial ballenero de la novela de Herman Melville, Moby Dick: Starbucks.
Plagiando a Herman Melville (una probadita de Moby Dick)
El triste aspecto del Rachel lloraba con la espuma sin consuelo. La tarde anterior en una lucha desesperada con la ballena blanca, un hijo suyo se había ahogado y otro había desaparecido. El Rachel se aproximó al Pequod. -¿Habéis visto una ballenera a la deriva?- preguntó el desconocido capitán. Pero Ajab respondió ansioso con otra pregunta, - ¿Habéis visto a la ballena blanca?.
Quien se embarcara con Ajab más le valía no tener alma. “El alma es una especie de quinta rueda para un carromato”. La herida más grave que aquella ballena le había dejado, no fue arrancarle la pierna, sino el alma. De ese mal uno nunca se cura. Por eso Ajab impasible ignoró al Rachel y siguió su búsqueda.
Ajab no era el capitán del Pequod, sino su dictador supremo. El Pequod no era un barco ballenero, sino el carromato de la venganza rumbo al infierno. Ajab, con el aspecto de un hombre arrancado de la hoguera, a quién el fuego ha recorrido todos los miembros, miraba al horizonte alzado bajo una pierna blanca hecha en el mar con el hueso pulido de la mandíbula de un cachalote. Estaba marcado con una costura que le salía como un hilo de entre sus grises cabellos y bajaba partiéndole en dos la cara hasta desaparecer en la ropa. Sus ojos eran como cazoletas de armas de fuego, con decisión fanática e intensa. Fue esa maldita ballena blanca la que lo cercenó, su odio era tal que estaba dispuesto a doblar las llamas de la perdición, con tal de verla lanzar sangre negra y voltear su aleta. Fortalecido por una malicia inescrutable, había sobrevivido la gangrena de su alma.
Pasaron años de tormentas y búsqueda, meses soleados de encuentros, noches de insomnio, Ajab recordaba el día en que mató su primera ballena. Sus cuarenta últimos años de privaciones y peligros, renegando de la paz de la tierra (que sólo había pisado tres años), para hacer la guerra en los horrores de las profundidades.
Poco a poco fueron apareciendo las señales. Cada vez más cerca sentíamos la muerte. Amarrado y retorcido, nudoso de arrugas, ansiosamente firme e inflexible, con los ojos relucientes como carbones que aun arden en las cenizas de la ruina, Ajab vio aparecer a lo lejos una joroba como una montaña de nieve. -¡Es Moby Dick!, gritaron.
Más allá, sobre las suaves aguas alfombradas, iba la reluciente y blanca sombra de su amplia y lechosa frente, a la que acompañaba un musical murmullo de las olas; detrás, las aguas azules fluían de un lado al otro y alzaban brillantes burbujas que bailaban contra su costado. Una dicha gentil, una poderosa suavidad del reposo en movimiento investían a la ballena que se deslizaba. La ballena blanca seguía su camino, retirando de la vista todavía todo el terror de su tronco sumergido y ocultando su horrible mandíbula desquiciada. Aquella grandiosa majestad suprema la sobrepasaba cuando tan divinamente nadaba . El chorro pacífico de la mística fuente de su cabeza, no se comparaba al fenómeno mucho más maravilloso del salto. Surgiendo de las mayores profundidades a su máxima velocidad, el cachalote lanzó todo su volumen en el puro elemento del aire, formando una montaña de resplandeciente espuma.
En esos momentos las desgarradas y enfurecidas olas que agitaba parecían su crin; y su salto una señal de desafío.¡Es la última vez que saltas al sol, Moby Dick!, gritaba Ajab. Su ballenera, aun intacta pareció ser arrastrada al cielo por unos cables invisibles, como una flecha la frente de la ballena se disparó contra su fondo y la lanzó dando vueltas por el aire. Ajab y sus hombres luchaban como focas para salir de una caverna marina, pero reiniciaron incansables una y otra vez la lucha.
-Voy hacia ti ballena que todo destruyes, e inconquistable lucho contigo hasta el final, desde el corazón del infierno te apuñalaré, de odio te escupo mi último aliento. Arrástrame hasta dejarme convertido en trozos, mientras todavía te persigo- gritó Ajab al mismo tiempo que arrojó por última vez su lanza.
La ballena herida voló hacia delante, con velocidad flamígera el cabo corrió por la muesca, se tascó, Ajab se inclinó para soltarlo, lo logró, pero la vuelta de la cuerda le cogió por el cuello y tan silenciosamente como los nudos turcos estrangulan a sus víctimas, fue lanzado fuera de la lancha antes de que la tripulación se diese cuenta de que había desaparecido. Círculos concéntricos cogieron a toda su tripulación, a todos los remos flotantes, y a todos los astiles de lanzas. Haciendo girar a lo animado y a lo inanimado, hicieron desaparecer de la vista a la más pequeña astilla del Pequod.
La ballena furiosa, con el lomo marcado de tantos combates, cargando eternamente como silicios los hierros que le ha ido dejando la locura salvaje de los desmembradores de ballenas, desapareció. Yo fui el único que sobrevivió. Estuve flotando en un océano suave y fúnebre casi un día entero y una noche. Al segundo día se aproximó un barco que me recogió por fin. Era el Rachel errante, que en la constante búsqueda de sus hijos perdidos, solamente había encontrado otro huérfano.
Mariel Turrent Eggleton
Herman Melville, autor de una de las obras más significativas de la literatura norteamericana, fue en su tiempo, mejor conocido por haber vivido entre caníbales, que por ser autor de Moby Dick. Y no fue sino hasta después de su muerte, que su novela fue reconocida y se convirtió en un hito.
Interpretada y adaptada de múltiples formas y en diferentes medios (desde 1926 en el cine mudo, películas dirigidas por famosos directores como John Huston y Orson Welles, hasta caricaturas como la que en 1967 Hanna Barbera hizo para la televisión) Moby Dick ilustra los escenarios de sus viajes, sus inquietudes filosóficas y la dualidad que se encierra en todas las criaturas.
Herman Melville
Nacido en una familia acomodada en Nueva York. Al cumplir 13 años, sufre la muerte de su padre, que al perecer loco y en bancarrota, deja a la familia en una difícil situación, obligándolo a buscar la manera de salir adelante. La gran necesidad de ganarse la vida y su disposición al vagabundeo y la aventura, lo hacen lanzarse al mar. A los 17 años se enrola como grumete en un barco hacia Liverpool y a los 21, zarpa en un ballenero con hombres brutales y sin educación, donde tras convivir con ellos 15 meses, descontento por la vida dura y la brutalidad del capitán, deserta en las islas Marquesas. Ahí, los Taipis (considerados caníbales) lo reciben hospitalariamente. Nadaba y paseaba con una muchacha llamada Fayaway, y podría haber sido muy feliz, pero el miedo a que un día se lo comieran, nunca lo abandonó. Así que escapó a bordo de otro ballenero donde las condiciones fueron aún peores, ahí se sumó a un amotinamiento que lo llevó a una prisión de las islas del Pacífico donde posteriormente ya libre trabajó en la tierra y finalmente a los 25 años decide regresar a su ciudad natal y darse de baja en la marina. Un año después obtiene una licenciatura en Boston, y trata de vivir de la escritura, al principio con éxito, relatando lo vivido con los caníbales. Su novela Moby Dick, obra que concluye en 1851, no fue apreciada y la vida del escritor continúa de forma trágica; uno de sus hijos (no se sabe si por accidente) se mata de un tiro y un año después, otro hijo huye de la casa y nunca vuelven a saber de él. Melville pasa los últimos años de su vida en un oscuro empleo burocrático, sin saber que su libro se convertiría en un clásico de la literatura universal.
El Escritor
Las primeras novelas de Melville fueron las exitosas memorias de sus viajes, entre ellas Typee: A Peep At Polynesian Live y Omoo, posteriormente escribe Mardi And A Voyage Thither donde cambia su forma de narrar (lo que empieza como una novela de aventuras lo termina en una alegoría filosófica) llevando su novela al fracaso. A raíz de esto, escribe su única novela cómica, Redburn, la historia de un adolescente y su iniciación en la vida, resultan un éxito financiero. En 1951, termina su libro Moby Dick. Después del fracaso de Mardi And A Voyage Thither, seguramente no pretendía hacer otra cosa que regresar a sus libros de aventuras; plasmar la visión del mundo que adquirió en sus años de marino; retratar a estos personajes feroces que en su lucha por sobrevivir son capaces de cualquier crueldad. Sin embargo, su vecino, el escritor Nathaniel Hawthorne (por quien Melville sentía gran admiración y a quien le envía su manuscrito para que lo lea), a pesar de no quedar complacido con Moby Dick, advirtió que podía convertirse en una gran alegoría: la eterna lucha entre el bien y el mal que tanto inquietaba a Melville y se le presentaba como una contradicción propia del hombre. La crítica fue desfavorable para Moby Dick. La novela no fue apreciada por el público y esto arrastró a Melville a escribir Pierre un libro pesimista que reflejaba su estado psicológico y marcaría la pauta de ese estilo cínico e inconsolable de su última etapa como escritor.
Reivindicación literaria
La novela norteamericana nace en el siglo XIX con Melville y Nathaniel Hawthorne (La letra escarlata), pero esto no podía verse más que a la distancia. Más de veinte años después de la muerte de Melville, en 1918 llegó el momento de su reivindicación literaria. Dos Passos, Faulkner y Dreisser, entre otros, sacuden las conciencias norteamericanas y hacen posible el resurgimiento de Melville y Moby Dick considerándolo como un monumento de las letras universales. Son ellos que la conciben como el Quijote Norteamericano: una novela de aventuras en el mar, alegoría de la lucha entre el bien y el mal, reflexión profunda, aguda y singularmente moderna sobre la condición humana. Para ellos, que perfilaron la identidad cultural americana, todo se encontraba en esta obra, ahí estaban los cimientos de una literatura específicamente americana. Frente a Melville todos los autores anteriores se veían opacados, pues fue él quien realmente le dio profundidad a la ficción norteamericana. Moby-Dick fue calificada como una "épica natural" (una magnífica dramatización del espíritu humano en un escenario de naturaleza primitiva) debido al mito de esta caza, su tema de iniciación, el simbolismo que la rodea, la descripción de sus personajes y su búsqueda. La humanidad sola ante la naturaleza, se vuelve un tema eminentemente Americano. Como lo predijo el escritor francés Alexis de Tocqueville en 1835 este sería el tema que surgiría en América como resultado de su democracia: en la democracia, la literatura insistiría en “las ocultas profundidades de la naturaleza inmaterial del hombre” más que en las meras apariencias o distinciones superficiales como las de las clases y el estatus. Y ciertamente eso es lo que hace Moby-Dick. Los destinos de la humanidad, y el hombre en sí mismo, distanciado de su país y su tiempo, de pie frente a la Naturaleza y Dios, con sus pasiones, sus dudas, sus vicios y manías y esa inconcebible miseria que serían a partir de entonces, el tema de la literatura Americana. A partir de Melville, los grandes escritores norteamericanos, aprenden a mirar el mundo con objetividad y a sumergirse en las profundidades del alma humana sin olvidar ese lado despreciable y sombrío. Dos Passos, a pesar de lograr un estilo propio, no deja que tener características que se encuentran también en Melville (su tono poético y simbólico). Hemingway retoma esta lucha del hombre con el mar, pero aprende también a valorar la fidelidad de los lenguajes más adecuados abriendo caminos a la libertad de expresión de la novela contemporánea. Faulkner como Melville da a sus personajes características que los hacen únicos y peculiares. Habla de ese impulso interior, en ocasiones oscuro, que los conduce a una lucha contra las fuerzas hostiles de la Naturaleza y lo enriquece con las lecciones ofrecidas por la novela europea (especialmente James Joyce con su monólogo interior), para abrir las puertas a la llamada stream of consciousness (término de William James) con la que logra la literatura americana del siglo XX su maestría.
Moby Dick
El tema central de la historia es la venganza. El Capitán Ahab en su barco ballenero Pequod busca a Moby Dick, la ballena blanca que le arrancó las piernas hasta la rodilla.
La historia inicia narrada por Ismael, personaje que va a bordo del ballenero. A medida que avanza el relato, Ismael va perdiendo fuerza como personaje y se convierte en un narrador observador, a veces historiador, naturalista, incluso poeta y filósofo. La gama de personajes que transitan en esta aventura abarca todo; desde un hombre furioso con la vida y el mundo, como Ahab, hasta un Queequeg, hombre rudo que duerme con un hacha pero en el sueño, involuntario, abraza tiernamente a Ismael como si fuera una novia.
La magia de la novela es que puede tener un sin número de lecturas: Hanna Barbera en sus caricaturas pinta a la ballena como salvadora de dos niños y así cuenta las aventuras de ésta. También hay quien ve en el Capitán Ahab la obsesión moralizante de los puritanos que fundaron las trece colonias, los fanáticos que se escudan en un dogma y se valen de cualquier medio para llegar a su fin. Moby Dick puede incluso convertirse en una alegoría de la vida actual, donde los norteamericanos, al igual que los hombres a bordo del Pequod, pierden la vida siguiendo a un líder que ha perdido la razón y al que no entienden, pero que los atrapa en el vértigo de su propia locura.
Ahab, cree que su tripulación sólo está ahí por el dinero, ahí se asoma también la visión pesimista de Melville frente a su entorno. Una crítica que tal vez no fue consciente, pero que en su momento, lo liberó de toda esa frustración, pues al terminar de escribir Moby Dick, confiesa a Hawthorne que ha escrito un libro malvado, y se siente inocente como un cordero.
La ballena representa un monstruo de las profundidades, percibida por Ahab como un engendro del mal que ataca y destruye todo. Sin embargo la ballena no deja de ser una fuerza de la naturaleza. La ballena es un animal que lucha por sobrevivir, ajeno a todo rencor, a todo sentimiento humano.
Moby Dick es una obra que parece estar llena de simbología, por dar algunos ejemplos podemos mencionar la pata de marfil de Ahab como símbolo de su impotencia; la ballena blanca, el arquetipo del padre, o de la madre; Moby Dick símbolo del mal y Ahab del bien; Ahab el mal y Moby Dick el bien; 30 los tripulantes del barco el número exacto de los estados de los Estados Unidos cuando Melville escribió el libro; la internacionalidad de éstos (Africanos, Polinesios, Franceses, Chinos y Estadounidenses) representan la humanidad, mezcla de razas de la población estadounidense. Sin embargo algunos autores, como Somerset Maugham piensan que Melville no tenía la abstracción intelectual para lograr escribir una alegoría deliberadamente.
Lo cierto es que la novela tiene algunas extravagancias, errores de construcción, aparecen y desaparecen personajes sin explicación alguna, el lenguaje de cultos y bárbaros es el mismo, y el punto de vista cambia sin justificación. Mientras escribía Moby Dick, Melville casi no comía ni dormía, su obra se apoderó de él y su creatividad lo arrastró haciéndolo su súbdito. Pero nadie puede negar la belleza del lenguaje, sus vívidas y emocionantes descripciones de acción y por encima de todo, la siniestra figura del capitán Ahab, que con maestría logra llenar las páginas de poder y de fuerza.
Datos curiosos
• Moby, el DJ de la música electrónica, es tataranieto del escritor Herman Melville y su nombre artístico lo tomó del libro escrito por su Tatarabuelo.
• Tres jóvenes egresados de la universidad, unieron esfuerzos para realizar uno de sus máximos sueños, fundar una compañía de café, la cual recibió el nombre del primer oficial ballenero de la novela de Herman Melville, Moby Dick: Starbucks.
Plagiando a Herman Melville (una probadita de Moby Dick)
El triste aspecto del Rachel lloraba con la espuma sin consuelo. La tarde anterior en una lucha desesperada con la ballena blanca, un hijo suyo se había ahogado y otro había desaparecido. El Rachel se aproximó al Pequod. -¿Habéis visto una ballenera a la deriva?- preguntó el desconocido capitán. Pero Ajab respondió ansioso con otra pregunta, - ¿Habéis visto a la ballena blanca?.
Quien se embarcara con Ajab más le valía no tener alma. “El alma es una especie de quinta rueda para un carromato”. La herida más grave que aquella ballena le había dejado, no fue arrancarle la pierna, sino el alma. De ese mal uno nunca se cura. Por eso Ajab impasible ignoró al Rachel y siguió su búsqueda.
Ajab no era el capitán del Pequod, sino su dictador supremo. El Pequod no era un barco ballenero, sino el carromato de la venganza rumbo al infierno. Ajab, con el aspecto de un hombre arrancado de la hoguera, a quién el fuego ha recorrido todos los miembros, miraba al horizonte alzado bajo una pierna blanca hecha en el mar con el hueso pulido de la mandíbula de un cachalote. Estaba marcado con una costura que le salía como un hilo de entre sus grises cabellos y bajaba partiéndole en dos la cara hasta desaparecer en la ropa. Sus ojos eran como cazoletas de armas de fuego, con decisión fanática e intensa. Fue esa maldita ballena blanca la que lo cercenó, su odio era tal que estaba dispuesto a doblar las llamas de la perdición, con tal de verla lanzar sangre negra y voltear su aleta. Fortalecido por una malicia inescrutable, había sobrevivido la gangrena de su alma.
Pasaron años de tormentas y búsqueda, meses soleados de encuentros, noches de insomnio, Ajab recordaba el día en que mató su primera ballena. Sus cuarenta últimos años de privaciones y peligros, renegando de la paz de la tierra (que sólo había pisado tres años), para hacer la guerra en los horrores de las profundidades.
Poco a poco fueron apareciendo las señales. Cada vez más cerca sentíamos la muerte. Amarrado y retorcido, nudoso de arrugas, ansiosamente firme e inflexible, con los ojos relucientes como carbones que aun arden en las cenizas de la ruina, Ajab vio aparecer a lo lejos una joroba como una montaña de nieve. -¡Es Moby Dick!, gritaron.
Más allá, sobre las suaves aguas alfombradas, iba la reluciente y blanca sombra de su amplia y lechosa frente, a la que acompañaba un musical murmullo de las olas; detrás, las aguas azules fluían de un lado al otro y alzaban brillantes burbujas que bailaban contra su costado. Una dicha gentil, una poderosa suavidad del reposo en movimiento investían a la ballena que se deslizaba. La ballena blanca seguía su camino, retirando de la vista todavía todo el terror de su tronco sumergido y ocultando su horrible mandíbula desquiciada. Aquella grandiosa majestad suprema la sobrepasaba cuando tan divinamente nadaba . El chorro pacífico de la mística fuente de su cabeza, no se comparaba al fenómeno mucho más maravilloso del salto. Surgiendo de las mayores profundidades a su máxima velocidad, el cachalote lanzó todo su volumen en el puro elemento del aire, formando una montaña de resplandeciente espuma.
En esos momentos las desgarradas y enfurecidas olas que agitaba parecían su crin; y su salto una señal de desafío.¡Es la última vez que saltas al sol, Moby Dick!, gritaba Ajab. Su ballenera, aun intacta pareció ser arrastrada al cielo por unos cables invisibles, como una flecha la frente de la ballena se disparó contra su fondo y la lanzó dando vueltas por el aire. Ajab y sus hombres luchaban como focas para salir de una caverna marina, pero reiniciaron incansables una y otra vez la lucha.
-Voy hacia ti ballena que todo destruyes, e inconquistable lucho contigo hasta el final, desde el corazón del infierno te apuñalaré, de odio te escupo mi último aliento. Arrástrame hasta dejarme convertido en trozos, mientras todavía te persigo- gritó Ajab al mismo tiempo que arrojó por última vez su lanza.
La ballena herida voló hacia delante, con velocidad flamígera el cabo corrió por la muesca, se tascó, Ajab se inclinó para soltarlo, lo logró, pero la vuelta de la cuerda le cogió por el cuello y tan silenciosamente como los nudos turcos estrangulan a sus víctimas, fue lanzado fuera de la lancha antes de que la tripulación se diese cuenta de que había desaparecido. Círculos concéntricos cogieron a toda su tripulación, a todos los remos flotantes, y a todos los astiles de lanzas. Haciendo girar a lo animado y a lo inanimado, hicieron desaparecer de la vista a la más pequeña astilla del Pequod.
La ballena furiosa, con el lomo marcado de tantos combates, cargando eternamente como silicios los hierros que le ha ido dejando la locura salvaje de los desmembradores de ballenas, desapareció. Yo fui el único que sobrevivió. Estuve flotando en un océano suave y fúnebre casi un día entero y una noche. Al segundo día se aproximó un barco que me recogió por fin. Era el Rachel errante, que en la constante búsqueda de sus hijos perdidos, solamente había encontrado otro huérfano.
Mariel Turrent Eggleton
Rabelais, Gargantúa y Pantagruel
.
Hermosos los tiempos de Rabelais: la novela alza el vuelo llevándose en su cuerpo, cual mariposa, los jirones de la crisálida.
Milan Kundera
Francois Rabelais: un genio con sentido del humor
Humanista, médico, franciscano y benedictino, deja la reclusión monástica para ejercer la medicina en Montpellier y Lyon. Mejor conocido como “El cura de Medon”, tuvo a su cargo las iglesias de Saint Martin de Medon y Sanit Christophe du Jambet. Publicó varios trabajos sobre medicina y traducciones, además de su obra maestra Gargantúa y Pantagruel.
Poco se conoce de su persona y de su carácter, los retratos que existen fueron todos hechos después de su muerte y lo muestran con un gorro propio de los médicos de su época. Sin embargo el humor, presente en su obra, formaba parte de su vida. Se cuenta que un día se encontraba sin dinero en Lyon y teniendo que ir a Paris, deja en evidencia varios sacos de azucar con un letrero: “Veneno para el rey”, por lo que es arrestado y llevado a Paris de forma gratuita. Su hazaña hace reír tanto al rey Francois I , que paga la fianza sin discutir. “Le quart d’heure de Rabelais” es un dicho francés que viene de este episodio y que hace alusión al momento delicado en que uno tiene que pagar una deuda cuando no se tiene el dinero.
Rabelais nació en Chinon entre 1484 y 1495 y fue el quinto hijo, existen documentos que prueban que su padre era abogado, aunque algunas fuentes han publicado que venía de una familia de viñadores y cabareteros, y otras que era artesano y soñaba con hacerlo monje. Lo que es cierto es que estudia con los benedictinos en el convento de Beaumette, donde conoce a Geoffroy d’ Estissac, letrado y humanista que sería más tarde, uno de sus protectores.
Atraído por el conocimiento, la cultura y la filosofía, Francoise ingresa a la orden de los franciscanos donde conoce a los Du Bellay (que años más tarde se convertirían Jean en Cardenal y Guillaume en Gobernador de Piamonte, siendo piezas claves en su vida). En aquellos tiempos la iglesia era la puerta de entrada al estudio y los libros. Los grandes pensadores, como Erasmo y Lutero, eran monjes. Sin embargo había restricciones y cuando le prohíben a Rabelais leer en griego, este escapa y se refugia en un convento benedictino, donde el abad era precisamente un Rochefaucauld (1) , su protector Geoffroy d’Estissac, que lo toma como su secretario.
Después desaparece cinco años, y aparece nuevamente en Montpellier, como estudiante de medicina. Ahí los médicos eran judíos y esto le permite aprender también hebreo. Sin embargo los protestantes empiezan a ser perseguidos y Rabelais, (que había violado las normas eclesiásticas abandonando su orden religiosa) tiene que regresar nuevamente a su refugio con los benedictinos.
En uno de los viajes en que acompaña a su amigo Jean du Bellay a Roma, éste intercede por él y el Papa lo absuelve de haber dejado la orden de los franciscanos y luego de los benedictinos y lo hace padre secular con derecho a ejercer la medicina. También lo perdona de faltar a sus votos de castidad y reconoce como legítimo a Théodule, su hijo que lo acompaña y muere a los tres años. Existen algunos historiadores que dicen que tenía dos hijos más, pero Michel Ragon (2) asegura que no hay pruebas ni documentos que lo avalen.
Rabelais fue partidario del Evangelismo. Este movimiento buscaba depurar la religión católica, y se oponía a las ambiciones temporales de los papas. Proclamaba la necesidad de tomar Las Escrituras como el único fundamento del cristianismo y abandonar las instituciones creadas por los hombres. Su lucha sin tregua en contra de la intolerancia y su filosofía igualitaria y libertadora se confundía con aquella de los protestantes, aunque él buscaba la desalinización por todos los medios. Eternamente perseguido y condenado por teólogos y políticos, siempre logró salir bien librado gracias a su influencia y amistad con los Du Bellauy.
Calvino, su mejor amigo y su discípulo, embriagado por su propia lucha protestante, cae en lo mismo que persigue y Rabelais se muestra en desacuerdo con sus acciones extremistas. Calvino entonces lo ataca con violencia y lo trata de ateo. Otro contemporáneo de Rabelais que partiendo también del mismo método (unir el evangelismo y el humanismo) terminó en un resultado completamente diferente fue Ignacio de Loyola (3), digno representante de la alienación en contra de la cual luchaba Rabelais, defendiendo un ideal de moral más conforme a las exigencias de la naturaleza y la vida apoyada por la fe religiosa.
Sabio, humanista, políglota, mejor conocido en sus días, por su conocimiento en medicina, que como escritor, Rabelais vive la transición entre dos épocas; siendo aún un hombre de la Edad Media, amante de los líos y la farsa, también es contemporáneo del Renacimiento y busca un regreso a la naturaleza,
El Escritor
Contemporáneo del descubrimiento de América y la invención de la imprenta, Rabelais se convierte en el símbolo del humanismo y la viva encarnación de la alegría del renacimiento.
En 1532 en Lyon, Rabelais publica Pantagruel, bajo el pseudónimo de Alcofribas Nasier (anagrama de su nombre). En 1535 sale Gargantúa que siendo el padre de Pantagruel, se convertiría años más tarde, en el inicio de su obra completa.
Michel Butor (4) califica a la obra de Rabelais como la más difícil de la literatura francesa junto con la de Mallarmé. Y aunque su obra fue olvidada durante dos siglos, los escritores románticos (Victor Hugo, Balzac y después Flaubert) la resucitan con su pasión enciclopédica y su irrisión.
Su genio traspasó la frontera de su tiempo y su influencia se puede ver en grandes escritores como La Fontaine, Moliére, Voltaire, Swift, Balzac, Víctor Hugo y Gautier.
Gargantúa y Pantagruel
Gargantúa fue un héroe gigantesco de la literatura folklórica medieval, Rabelais lo retoma y en 1532 aparece su colección de cuentos populares a la vez épicos y cómicos (que publica en Lyon de forma anónima). Inspirada en los libros de caballería de la Edad Media, la pluma de Rabelais con gran éxito da vida propia a su héroe haciéndolo en 1533 padre de Pantagruel, el personaje principal de sus siguientes cuatro libros.
El gigantismo de Rabelais aunque logra impregnarnos de esos festines burlescos de su época, simboliza el ideal del renacimiento: el inmenso apetito intelectual que se funde con la tradición popular y la sabiduría. La glotonería de estos gigantes, abre la puerta a numerosos episodios cómicos expresados con un estilo grotesco para representar la cultura popular y carnavalesca: Gargantúa gusta de beber y comer en exceso y su genio es detectado a muy temprana edad.
En su aviso al lector, Rabelais dice que su principal deseo es hacer reír (aprenderéis aquí, salvo a reír). Sin embargo, al inicio del prólogo sugiere la existencia de una intención seria y un sentido profundo que se esconden en ese aspecto grotesco y fantasioso (…no os precipitéis a suponer que en ellos no se trata otra cosa que burlas, locuras y joviales embustes, visto que la seña externo (o sea el título), sin más inquirir, sugiere, comúnmente, irrisión y mofa). Después en la segunda mitad del mismo, recrimina a los críticos por buscan significados ocultos en las obras. Lo que sin duda amaba Rabelais, era desconcertar al lector.
Gargantúa y Pantagruel, como bien lo dice Milán Kundera es una obra de inaudita riqueza; todo está ahí: lo verosímil y lo inverosímil, la alegoría, la sátira, los gigantes y los hombres normales, las anécdotas, las meditaciones, los viajes reales y fantásticos, los debates eruditos, las digresiones de puro virtuosismo verbal. Incluso encontramos que existe una lectura política de la misma, donde Carlos Quinto se ve retratado en el personaje de Picrochole (un déspota de Lerne, que declara la guerra al reino de Grandgousier, padre de Gargantúa) y Francois I es encarnado por Pantagruel (el rey bueno). Dentro de la novela, los panaderos de Picrochole, pelean contra los pastores de Grandgousier como pretexto para empezar una guerra. Gargantúa quien se encontraba estudiando en Paris, regresa a apoyar a su padre Grandgousier en esta guerra y finalmente vence a Picrochole. Se dice que Francois I leía a Rabelais, y se delitaba viendo ridiculizado a Picrochole.
Gargantúa y Pantagruel están llenos de alusiones a aspectos personales de la vida de su autor, observaciones de sus visitas a Italia, plagada de estudios humanísticos y escenas de la Francia contemporánea. Se deleitaba satirizando las instituciones y prácticas de la Francia del siglo XVI. Rabelais desplegó una sed de erudición característica renacentista y al mismo tiempo una exaltación al desarrollo de todas las facultades humanas en su creencia de que la naturaleza humana es fundamentalmente buena.
Así como Thomas More en su Utopía, él crea la Abadía de Théleme, un mundo ideal para denunciar la mediocridad del mundo real. En esta fantasía se ve su influencia franciscana, en el amor a la naturaleza. Théleme es un mundo amable, sin imposiciones ni muros y su única regla es fais ce que voudras,( haz lo que quieras). Ideas que tomó de Augustin d’Hippone (5)
Su personaje Jean des Entommeures, a quien destina esta abadía, encarna un modelo de moderación y tranquilidad. Porque si bien la obra de Rabelais nos muestra aspectos desmesurados, nos lleva de la mano hacia la conquista de la mesura, incapaz de renunciar a los excesos positivos que satisfacen la voz del narrador: “vivan felices”.
El lenguaje de Rabelais
A través del lenguaje, Rabelais expresa su libertad y anarquía. Siendo franciscano, caminó los pueblos y sus mercados, donde se impregnó de ese lenguaje popular colmado de sabiduría, al mismo tiempo que estudiaba latín, griego (pues quería unir el evangelismo franciscano y el humanismo, en una nueva y moderna filosofía), el hebreo y el árabe.
A pesar de que en ese tiempo no se hablaba francés en todo el territorio que hoy conocemos como Francia, él logra que Gargantúa y Pantagruel sea entendida por todos. Transmite a través de sus personajes, sus ideas políticas y religiosas. Aunque por su lenguaje parece literatura folletinesca dirigida al pueblo, su verdadero objetivo eran los letrados, que hacían una lectura mucho más profunda pero no menos divertida.
Sus ideas pedagógicas
Rabelais propuso un sistema de educación novedoso. Su sueño de lograr un conocimiento universal y total, lo lleva a encontrar la forma de lograr una sabiduría enciclopédica a través de la variedad. Dice que es ésta precisamente la que estimula el apetito intelectual. Para Rabelais la educación no sólo debe formar el cuerpo sino el espíritu, por lo que incorpora a su programa pedagógico una serie de ejercicios físicos, además de hacer a un lado la enseñanza teórica y dejar gran parte del aprendizaje a la práctica y la experimentación. Sus métodos están basados en el aprendizaje a través de la diversión. Y dice que los seres humanos no pueden aprender si no se divierten haciéndolo.
Es por eso que su libro está lleno de juegos, de humor, de imaginación y locura, porque a través de este intenta, hacer llegar todas sus ideas humanistas expresadas claramente en el “contenido de la carta Gargantúa a su hijo” que se encuentra en el capítulo VIII: puedes creer que para mí no hay tesoro en el mundo que me atraiga tanto como el verte perfecto en absoluto, tanto en virtud, honestidad y buen nombre, como en saber liberal....
En su época fue el centro de toda polémica, no sólo lingüística, sino política, científica y religiosa. Sus historias de gigantes, hoy por hoy, siguen asombrando a los jóvenes; sus invenciones verbales, su imaginación delirante y sus irreverencias han logrado que incluso los más reacios a la literatura, se rían, comenten y se asombren de la libertad de este clásico.
Mariel Turrent Eggleton
NOTAS
1.- La Rochefoucauld remonta a 1019 descendientes tal vez de un Grande de la Corte de Carlos Magno. Sólo cuatro familias en Francia pueden presumir de tal antigüedad.
2.-Michel Ragon., La Novela de Rabelais, Editorial Albin Michel.
3.-San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús ( Orden de los Jesuitas) y autor de “Ejercicios Espirituales”.
4.-Michel Butor 1926- profesor y escritor francófono de alto nivel, reconocido tanto en Europa, como en los Estados Unidos, Japón, China o Australia.
5.-San Agustín su obra contribuyó a las concepciones modernas de la libertad y del la naturalza humana.
Hermosos los tiempos de Rabelais: la novela alza el vuelo llevándose en su cuerpo, cual mariposa, los jirones de la crisálida.
Milan Kundera
Francois Rabelais: un genio con sentido del humor
Humanista, médico, franciscano y benedictino, deja la reclusión monástica para ejercer la medicina en Montpellier y Lyon. Mejor conocido como “El cura de Medon”, tuvo a su cargo las iglesias de Saint Martin de Medon y Sanit Christophe du Jambet. Publicó varios trabajos sobre medicina y traducciones, además de su obra maestra Gargantúa y Pantagruel.
Poco se conoce de su persona y de su carácter, los retratos que existen fueron todos hechos después de su muerte y lo muestran con un gorro propio de los médicos de su época. Sin embargo el humor, presente en su obra, formaba parte de su vida. Se cuenta que un día se encontraba sin dinero en Lyon y teniendo que ir a Paris, deja en evidencia varios sacos de azucar con un letrero: “Veneno para el rey”, por lo que es arrestado y llevado a Paris de forma gratuita. Su hazaña hace reír tanto al rey Francois I , que paga la fianza sin discutir. “Le quart d’heure de Rabelais” es un dicho francés que viene de este episodio y que hace alusión al momento delicado en que uno tiene que pagar una deuda cuando no se tiene el dinero.
Rabelais nació en Chinon entre 1484 y 1495 y fue el quinto hijo, existen documentos que prueban que su padre era abogado, aunque algunas fuentes han publicado que venía de una familia de viñadores y cabareteros, y otras que era artesano y soñaba con hacerlo monje. Lo que es cierto es que estudia con los benedictinos en el convento de Beaumette, donde conoce a Geoffroy d’ Estissac, letrado y humanista que sería más tarde, uno de sus protectores.
Atraído por el conocimiento, la cultura y la filosofía, Francoise ingresa a la orden de los franciscanos donde conoce a los Du Bellay (que años más tarde se convertirían Jean en Cardenal y Guillaume en Gobernador de Piamonte, siendo piezas claves en su vida). En aquellos tiempos la iglesia era la puerta de entrada al estudio y los libros. Los grandes pensadores, como Erasmo y Lutero, eran monjes. Sin embargo había restricciones y cuando le prohíben a Rabelais leer en griego, este escapa y se refugia en un convento benedictino, donde el abad era precisamente un Rochefaucauld (1) , su protector Geoffroy d’Estissac, que lo toma como su secretario.
Después desaparece cinco años, y aparece nuevamente en Montpellier, como estudiante de medicina. Ahí los médicos eran judíos y esto le permite aprender también hebreo. Sin embargo los protestantes empiezan a ser perseguidos y Rabelais, (que había violado las normas eclesiásticas abandonando su orden religiosa) tiene que regresar nuevamente a su refugio con los benedictinos.
En uno de los viajes en que acompaña a su amigo Jean du Bellay a Roma, éste intercede por él y el Papa lo absuelve de haber dejado la orden de los franciscanos y luego de los benedictinos y lo hace padre secular con derecho a ejercer la medicina. También lo perdona de faltar a sus votos de castidad y reconoce como legítimo a Théodule, su hijo que lo acompaña y muere a los tres años. Existen algunos historiadores que dicen que tenía dos hijos más, pero Michel Ragon (2) asegura que no hay pruebas ni documentos que lo avalen.
Rabelais fue partidario del Evangelismo. Este movimiento buscaba depurar la religión católica, y se oponía a las ambiciones temporales de los papas. Proclamaba la necesidad de tomar Las Escrituras como el único fundamento del cristianismo y abandonar las instituciones creadas por los hombres. Su lucha sin tregua en contra de la intolerancia y su filosofía igualitaria y libertadora se confundía con aquella de los protestantes, aunque él buscaba la desalinización por todos los medios. Eternamente perseguido y condenado por teólogos y políticos, siempre logró salir bien librado gracias a su influencia y amistad con los Du Bellauy.
Calvino, su mejor amigo y su discípulo, embriagado por su propia lucha protestante, cae en lo mismo que persigue y Rabelais se muestra en desacuerdo con sus acciones extremistas. Calvino entonces lo ataca con violencia y lo trata de ateo. Otro contemporáneo de Rabelais que partiendo también del mismo método (unir el evangelismo y el humanismo) terminó en un resultado completamente diferente fue Ignacio de Loyola (3), digno representante de la alienación en contra de la cual luchaba Rabelais, defendiendo un ideal de moral más conforme a las exigencias de la naturaleza y la vida apoyada por la fe religiosa.
Sabio, humanista, políglota, mejor conocido en sus días, por su conocimiento en medicina, que como escritor, Rabelais vive la transición entre dos épocas; siendo aún un hombre de la Edad Media, amante de los líos y la farsa, también es contemporáneo del Renacimiento y busca un regreso a la naturaleza,
El Escritor
Contemporáneo del descubrimiento de América y la invención de la imprenta, Rabelais se convierte en el símbolo del humanismo y la viva encarnación de la alegría del renacimiento.
En 1532 en Lyon, Rabelais publica Pantagruel, bajo el pseudónimo de Alcofribas Nasier (anagrama de su nombre). En 1535 sale Gargantúa que siendo el padre de Pantagruel, se convertiría años más tarde, en el inicio de su obra completa.
Michel Butor (4) califica a la obra de Rabelais como la más difícil de la literatura francesa junto con la de Mallarmé. Y aunque su obra fue olvidada durante dos siglos, los escritores románticos (Victor Hugo, Balzac y después Flaubert) la resucitan con su pasión enciclopédica y su irrisión.
Su genio traspasó la frontera de su tiempo y su influencia se puede ver en grandes escritores como La Fontaine, Moliére, Voltaire, Swift, Balzac, Víctor Hugo y Gautier.
Gargantúa y Pantagruel
Gargantúa fue un héroe gigantesco de la literatura folklórica medieval, Rabelais lo retoma y en 1532 aparece su colección de cuentos populares a la vez épicos y cómicos (que publica en Lyon de forma anónima). Inspirada en los libros de caballería de la Edad Media, la pluma de Rabelais con gran éxito da vida propia a su héroe haciéndolo en 1533 padre de Pantagruel, el personaje principal de sus siguientes cuatro libros.
El gigantismo de Rabelais aunque logra impregnarnos de esos festines burlescos de su época, simboliza el ideal del renacimiento: el inmenso apetito intelectual que se funde con la tradición popular y la sabiduría. La glotonería de estos gigantes, abre la puerta a numerosos episodios cómicos expresados con un estilo grotesco para representar la cultura popular y carnavalesca: Gargantúa gusta de beber y comer en exceso y su genio es detectado a muy temprana edad.
En su aviso al lector, Rabelais dice que su principal deseo es hacer reír (aprenderéis aquí, salvo a reír). Sin embargo, al inicio del prólogo sugiere la existencia de una intención seria y un sentido profundo que se esconden en ese aspecto grotesco y fantasioso (…no os precipitéis a suponer que en ellos no se trata otra cosa que burlas, locuras y joviales embustes, visto que la seña externo (o sea el título), sin más inquirir, sugiere, comúnmente, irrisión y mofa). Después en la segunda mitad del mismo, recrimina a los críticos por buscan significados ocultos en las obras. Lo que sin duda amaba Rabelais, era desconcertar al lector.
Gargantúa y Pantagruel, como bien lo dice Milán Kundera es una obra de inaudita riqueza; todo está ahí: lo verosímil y lo inverosímil, la alegoría, la sátira, los gigantes y los hombres normales, las anécdotas, las meditaciones, los viajes reales y fantásticos, los debates eruditos, las digresiones de puro virtuosismo verbal. Incluso encontramos que existe una lectura política de la misma, donde Carlos Quinto se ve retratado en el personaje de Picrochole (un déspota de Lerne, que declara la guerra al reino de Grandgousier, padre de Gargantúa) y Francois I es encarnado por Pantagruel (el rey bueno). Dentro de la novela, los panaderos de Picrochole, pelean contra los pastores de Grandgousier como pretexto para empezar una guerra. Gargantúa quien se encontraba estudiando en Paris, regresa a apoyar a su padre Grandgousier en esta guerra y finalmente vence a Picrochole. Se dice que Francois I leía a Rabelais, y se delitaba viendo ridiculizado a Picrochole.
Gargantúa y Pantagruel están llenos de alusiones a aspectos personales de la vida de su autor, observaciones de sus visitas a Italia, plagada de estudios humanísticos y escenas de la Francia contemporánea. Se deleitaba satirizando las instituciones y prácticas de la Francia del siglo XVI. Rabelais desplegó una sed de erudición característica renacentista y al mismo tiempo una exaltación al desarrollo de todas las facultades humanas en su creencia de que la naturaleza humana es fundamentalmente buena.
Así como Thomas More en su Utopía, él crea la Abadía de Théleme, un mundo ideal para denunciar la mediocridad del mundo real. En esta fantasía se ve su influencia franciscana, en el amor a la naturaleza. Théleme es un mundo amable, sin imposiciones ni muros y su única regla es fais ce que voudras,( haz lo que quieras). Ideas que tomó de Augustin d’Hippone (5)
Su personaje Jean des Entommeures, a quien destina esta abadía, encarna un modelo de moderación y tranquilidad. Porque si bien la obra de Rabelais nos muestra aspectos desmesurados, nos lleva de la mano hacia la conquista de la mesura, incapaz de renunciar a los excesos positivos que satisfacen la voz del narrador: “vivan felices”.
El lenguaje de Rabelais
A través del lenguaje, Rabelais expresa su libertad y anarquía. Siendo franciscano, caminó los pueblos y sus mercados, donde se impregnó de ese lenguaje popular colmado de sabiduría, al mismo tiempo que estudiaba latín, griego (pues quería unir el evangelismo franciscano y el humanismo, en una nueva y moderna filosofía), el hebreo y el árabe.
A pesar de que en ese tiempo no se hablaba francés en todo el territorio que hoy conocemos como Francia, él logra que Gargantúa y Pantagruel sea entendida por todos. Transmite a través de sus personajes, sus ideas políticas y religiosas. Aunque por su lenguaje parece literatura folletinesca dirigida al pueblo, su verdadero objetivo eran los letrados, que hacían una lectura mucho más profunda pero no menos divertida.
Sus ideas pedagógicas
Rabelais propuso un sistema de educación novedoso. Su sueño de lograr un conocimiento universal y total, lo lleva a encontrar la forma de lograr una sabiduría enciclopédica a través de la variedad. Dice que es ésta precisamente la que estimula el apetito intelectual. Para Rabelais la educación no sólo debe formar el cuerpo sino el espíritu, por lo que incorpora a su programa pedagógico una serie de ejercicios físicos, además de hacer a un lado la enseñanza teórica y dejar gran parte del aprendizaje a la práctica y la experimentación. Sus métodos están basados en el aprendizaje a través de la diversión. Y dice que los seres humanos no pueden aprender si no se divierten haciéndolo.
Es por eso que su libro está lleno de juegos, de humor, de imaginación y locura, porque a través de este intenta, hacer llegar todas sus ideas humanistas expresadas claramente en el “contenido de la carta Gargantúa a su hijo” que se encuentra en el capítulo VIII: puedes creer que para mí no hay tesoro en el mundo que me atraiga tanto como el verte perfecto en absoluto, tanto en virtud, honestidad y buen nombre, como en saber liberal....
En su época fue el centro de toda polémica, no sólo lingüística, sino política, científica y religiosa. Sus historias de gigantes, hoy por hoy, siguen asombrando a los jóvenes; sus invenciones verbales, su imaginación delirante y sus irreverencias han logrado que incluso los más reacios a la literatura, se rían, comenten y se asombren de la libertad de este clásico.
Mariel Turrent Eggleton
NOTAS
1.- La Rochefoucauld remonta a 1019 descendientes tal vez de un Grande de la Corte de Carlos Magno. Sólo cuatro familias en Francia pueden presumir de tal antigüedad.
2.-Michel Ragon., La Novela de Rabelais, Editorial Albin Michel.
3.-San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús ( Orden de los Jesuitas) y autor de “Ejercicios Espirituales”.
4.-Michel Butor 1926- profesor y escritor francófono de alto nivel, reconocido tanto en Europa, como en los Estados Unidos, Japón, China o Australia.
5.-San Agustín su obra contribuyó a las concepciones modernas de la libertad y del la naturalza humana.
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1 Literatura e Historia Textos
I No equivocar el consumismo con las necesidades de consumo.
Es cierto que el consumismo, la exacerbación del consumo, como lo llamo y sobre lo cual escribo con bastante frecuencia, ocasiona mucho daño social y ecológico; debemos por tanto de tratar que la humanidad tome conciencia y modifique los actuales patrones insostenibles de producción y consumo y adopte en sus decisiones de compras cotidianas y hábitos, una forma de consumo sustentable y racional para que la sociedad humana pueda desenvolverse más equilibradamente y en mejor armonía con el medio ambiente.
II Esta es tu oportunidad para inyectarle acción a tu vida.
Al ser parte del Club Cinépolis podrás utilizar tus puntos para participar en la subasta de una de las 5 increíbles experiencias que tenemos para ti.
Entérate de todos los detalles en la sección Mecánica y regístrate cuanto antes.
III Walt Whitman: Pensamiento
Pensamiento
Pienso en los que han alcanzado altas posiciones,
Ceremonias, riqueza, saber y demás ventajas.
(Para mí todo lo que han alcanzado se desprende de ellos,
excepto los resultados que dichas ventajas tienen para su cuerpo
y para su alma.
De modo que frecuentemente se me aparecen descarnados
y desnudos,
Y en vez de enaltecer, cada cual escarnece a los otros o se
escarnece a sí mismo o a sí misma,
Y en cada uno de ellos, el corazón de la vida, es decir, la
felicidad, está llena del infecto excremento de los gusanos,
Y con frecuencia, estos hombres y estas mujeres pasan,
Sin saberlo, ante las verdaderas realidades de la vida
ilumniados por engañosas apariencias,
Atentos a lo que les impone la costumbre, y nada más,
Semejantes a sonámublos dormidos, que andan tristes y
precipitados por las tinieblas).
IV Carlos Fuentes: Frontera de Cristal.
Imprimir del PDF Pag. 27 y 28
http://www.alternativabolivariana.org/pdf/fuentes_la_frontera_de_cristal.pdf
V Charles Dickens: Historia de Dos Ciudades.
Libro Primero.— Resucitado
Capítulo I.— La época
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.
En el trono de Inglaterra había un rey de mandíbula muy desarrollada y una reina de cara corriente; en el trono de Francia había un rey también de gran quijada y una reina de hermoso rostro. En ambos países era más claro que el cristal para los señores del Estado, que las cosas, en general, estaban aseguradas para siempre. Era el año de Nuestro Señor, mil setecientos setenta y cinco. En período tan favorecido como aquél, habían sido concedidas a Inglaterra las revelaciones espirituales. Recientemente la señora Southcott había cumplido el vigésimo quinto aniversario de su aparición sublime en el mundo, que fue anunciada con la antelación debida por un guardia de corps, pronosticando que se hacían preparativos para tragarse a Londres y a Westminster.
Incluso el fantasma de la Callejuela del Gallo había sido definitivamente desterrado, después de rondar por el mundo por espacio de doce años y de revelar sus mensajes a los mortales de la misma forma que los espíritus del año anterior, que acusaron una pobreza extraordinaria de originalidad al revelar los suyos. Los únicos mensajes de orden terrenal que recibieron la corona y el pueblo ingleses, procedían de un congreso de súbditos británicos residentes en América, mensajes que, por raro que parezca, han resultado de mayor importancia para la raza humana que cuantos se recibieran por la mediación de cualquiera de los duendes de la Callejuela del Gallo.
Francia, menos favorecida en asuntos de orden espiritual que su hermana, la del escudo y del tridente, rodaba con extraordinaria suavidad pendiente abajo, fabricando papel moneda y gastándoselo. Bajo la dirección de sus pastores cristianos, se entretenía, además, con distracciones tan humanitarias como sentenciar a un joven a que se le cortaran las manos, se le arrancara la lengua con tenazas y lo quemaran vivo, por el horrendo delito de no haberse arrodillado en el fango un día lluvioso, para rendir el debido acatamiento a una procesión de frailes que pasó ante su vista, aunque a la distancia de cincuenta o sesenta metros. Es muy probable que cuando aquel infeliz fue llevado al suplicio, el leñador Destino hubiera marcado ya, en los bosques de Francia y de Noruega, los añosos árboles que la sierra había de convertir en tablas para construir aquella plataforma movible, provista de su cesta y de su cuchilla, que tan terrible fama había de alcanzar en la Historia. Es también, muy posible que en los rústicos cobertizos de algunos labradores de las tierras inmediatas a París, estuvieran aquel día, resguardadas del mal tiempo, groseras carretas llenas de fango, husmeadas por los cerdos y sirviendo de percha a las aves de corral, que el labriego Muerte había elegido ya para que fueran las carretas de la Revolución. Bien es verdad que si el Leñador y el Labriego trabajaban incesantemente, su labor era silenciosa y ningún oído humano percibía sus quedos pasos, tanto más cuanto que abrigar el temor de que aquellos estuvieran despiertos, habría equivalido a confesarse ateo y traidor.
Apenas si había en Inglaterra un átomo de orden y de protección que justificara la jactancia nacional. La misma capital era, por las noches, teatro de robos a mano armada y de osados crímenes. Públicamente se avisaba a las familias que no salieran de la ciudad sin llevar antes sus mobiliarios a los guardamuebles, únicos sitios donde estaban seguros.
El que por la noche ejercía de bandolero, actuaba de día de honrado mercader en la City, y si alguna vez era reconocido por uno de los comerciantes a quienes asaltaba en su carácter de capitán, le disparaba atrevidamente un tiro en la cabeza para huir luego; la diligencia correo fue atacada por siete bandoleros, de los cuales mató tres el guarda, que luego, a su vez, murió a manos de los otros cuatro, a consecuencia de haber fallado sus municiones, y así la diligencia pudo ser robada tranquilamente; el magnífico alcalde mayor de Londres fue atracado en Turnham Green por un bandido que despojó al ilustre prócer a las barbas de su numerosa escolta. En las cárceles de Londres se libraban fieras batallas entre los presos y sus carceleros y la majestad de la Ley los arcabuceaba convenientemente. Los ladrones arrebataban las cruces de diamantes de los cuellos de los nobles señores en los mismos salones de la Corte; los mosqueteros penetraron en San Gil en busca de géneros de contrabando, pero la multitud hizo fuego contra los soldados, los cuales replicaron del mismo modo contra el populacho, sin que a nadie se le ocurriese pensar que semejante suceso no era uno de los más corrientes y triviales. A todo esto el verdugo estaba siempre ocupadísimo, aunque sin ninguna utilidad. Tan pronto dejaba colgados grandes racimos de criminales, como ahorcaba el sábado a un ladrón que el jueves anterior fue sorprendido al entrar en casa de un vecino, o bien quemaba en Newgate docenas de personas o, a la mañana siguiente, centenares de folletos en la puerta de Westminter-Hall; y que mataba hoy a un asesino atroz y mañana a un desgraciado ratero que quitó seis peniques al hijo de un agricultor.
Todas estas cosas y otras mil por el estilo ocurrían en el bendito año de mil setecientos setenta y cinco. Rodeados por ellas, mientras el Leñador y el Labriego proseguían su lenta labor, los dos personajes de grandes quijadas y las dos mujeres, una hermosa y la otra insignificante, vivían complacidos y llevaban a punta de lanza sus divinos derechos. Así el año mil setecientos setenta y cinco conducía a sus grandezas y a las miríadas de insignificantes seres, entre los cuales se hallan los que han de figurar en esta crónica, a lo largo de los caminos que se abrían ante sus pasos.
Es cierto que el consumismo, la exacerbación del consumo, como lo llamo y sobre lo cual escribo con bastante frecuencia, ocasiona mucho daño social y ecológico; debemos por tanto de tratar que la humanidad tome conciencia y modifique los actuales patrones insostenibles de producción y consumo y adopte en sus decisiones de compras cotidianas y hábitos, una forma de consumo sustentable y racional para que la sociedad humana pueda desenvolverse más equilibradamente y en mejor armonía con el medio ambiente.
II Esta es tu oportunidad para inyectarle acción a tu vida.
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III Walt Whitman: Pensamiento
Pensamiento
Pienso en los que han alcanzado altas posiciones,
Ceremonias, riqueza, saber y demás ventajas.
(Para mí todo lo que han alcanzado se desprende de ellos,
excepto los resultados que dichas ventajas tienen para su cuerpo
y para su alma.
De modo que frecuentemente se me aparecen descarnados
y desnudos,
Y en vez de enaltecer, cada cual escarnece a los otros o se
escarnece a sí mismo o a sí misma,
Y en cada uno de ellos, el corazón de la vida, es decir, la
felicidad, está llena del infecto excremento de los gusanos,
Y con frecuencia, estos hombres y estas mujeres pasan,
Sin saberlo, ante las verdaderas realidades de la vida
ilumniados por engañosas apariencias,
Atentos a lo que les impone la costumbre, y nada más,
Semejantes a sonámublos dormidos, que andan tristes y
precipitados por las tinieblas).
IV Carlos Fuentes: Frontera de Cristal.
Imprimir del PDF Pag. 27 y 28
http://www.alternativabolivariana.org/pdf/fuentes_la_frontera_de_cristal.pdf
V Charles Dickens: Historia de Dos Ciudades.
Libro Primero.— Resucitado
Capítulo I.— La época
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.
En el trono de Inglaterra había un rey de mandíbula muy desarrollada y una reina de cara corriente; en el trono de Francia había un rey también de gran quijada y una reina de hermoso rostro. En ambos países era más claro que el cristal para los señores del Estado, que las cosas, en general, estaban aseguradas para siempre. Era el año de Nuestro Señor, mil setecientos setenta y cinco. En período tan favorecido como aquél, habían sido concedidas a Inglaterra las revelaciones espirituales. Recientemente la señora Southcott había cumplido el vigésimo quinto aniversario de su aparición sublime en el mundo, que fue anunciada con la antelación debida por un guardia de corps, pronosticando que se hacían preparativos para tragarse a Londres y a Westminster.
Incluso el fantasma de la Callejuela del Gallo había sido definitivamente desterrado, después de rondar por el mundo por espacio de doce años y de revelar sus mensajes a los mortales de la misma forma que los espíritus del año anterior, que acusaron una pobreza extraordinaria de originalidad al revelar los suyos. Los únicos mensajes de orden terrenal que recibieron la corona y el pueblo ingleses, procedían de un congreso de súbditos británicos residentes en América, mensajes que, por raro que parezca, han resultado de mayor importancia para la raza humana que cuantos se recibieran por la mediación de cualquiera de los duendes de la Callejuela del Gallo.
Francia, menos favorecida en asuntos de orden espiritual que su hermana, la del escudo y del tridente, rodaba con extraordinaria suavidad pendiente abajo, fabricando papel moneda y gastándoselo. Bajo la dirección de sus pastores cristianos, se entretenía, además, con distracciones tan humanitarias como sentenciar a un joven a que se le cortaran las manos, se le arrancara la lengua con tenazas y lo quemaran vivo, por el horrendo delito de no haberse arrodillado en el fango un día lluvioso, para rendir el debido acatamiento a una procesión de frailes que pasó ante su vista, aunque a la distancia de cincuenta o sesenta metros. Es muy probable que cuando aquel infeliz fue llevado al suplicio, el leñador Destino hubiera marcado ya, en los bosques de Francia y de Noruega, los añosos árboles que la sierra había de convertir en tablas para construir aquella plataforma movible, provista de su cesta y de su cuchilla, que tan terrible fama había de alcanzar en la Historia. Es también, muy posible que en los rústicos cobertizos de algunos labradores de las tierras inmediatas a París, estuvieran aquel día, resguardadas del mal tiempo, groseras carretas llenas de fango, husmeadas por los cerdos y sirviendo de percha a las aves de corral, que el labriego Muerte había elegido ya para que fueran las carretas de la Revolución. Bien es verdad que si el Leñador y el Labriego trabajaban incesantemente, su labor era silenciosa y ningún oído humano percibía sus quedos pasos, tanto más cuanto que abrigar el temor de que aquellos estuvieran despiertos, habría equivalido a confesarse ateo y traidor.
Apenas si había en Inglaterra un átomo de orden y de protección que justificara la jactancia nacional. La misma capital era, por las noches, teatro de robos a mano armada y de osados crímenes. Públicamente se avisaba a las familias que no salieran de la ciudad sin llevar antes sus mobiliarios a los guardamuebles, únicos sitios donde estaban seguros.
El que por la noche ejercía de bandolero, actuaba de día de honrado mercader en la City, y si alguna vez era reconocido por uno de los comerciantes a quienes asaltaba en su carácter de capitán, le disparaba atrevidamente un tiro en la cabeza para huir luego; la diligencia correo fue atacada por siete bandoleros, de los cuales mató tres el guarda, que luego, a su vez, murió a manos de los otros cuatro, a consecuencia de haber fallado sus municiones, y así la diligencia pudo ser robada tranquilamente; el magnífico alcalde mayor de Londres fue atracado en Turnham Green por un bandido que despojó al ilustre prócer a las barbas de su numerosa escolta. En las cárceles de Londres se libraban fieras batallas entre los presos y sus carceleros y la majestad de la Ley los arcabuceaba convenientemente. Los ladrones arrebataban las cruces de diamantes de los cuellos de los nobles señores en los mismos salones de la Corte; los mosqueteros penetraron en San Gil en busca de géneros de contrabando, pero la multitud hizo fuego contra los soldados, los cuales replicaron del mismo modo contra el populacho, sin que a nadie se le ocurriese pensar que semejante suceso no era uno de los más corrientes y triviales. A todo esto el verdugo estaba siempre ocupadísimo, aunque sin ninguna utilidad. Tan pronto dejaba colgados grandes racimos de criminales, como ahorcaba el sábado a un ladrón que el jueves anterior fue sorprendido al entrar en casa de un vecino, o bien quemaba en Newgate docenas de personas o, a la mañana siguiente, centenares de folletos en la puerta de Westminter-Hall; y que mataba hoy a un asesino atroz y mañana a un desgraciado ratero que quitó seis peniques al hijo de un agricultor.
Todas estas cosas y otras mil por el estilo ocurrían en el bendito año de mil setecientos setenta y cinco. Rodeados por ellas, mientras el Leñador y el Labriego proseguían su lenta labor, los dos personajes de grandes quijadas y las dos mujeres, una hermosa y la otra insignificante, vivían complacidos y llevaban a punta de lanza sus divinos derechos. Así el año mil setecientos setenta y cinco conducía a sus grandezas y a las miríadas de insignificantes seres, entre los cuales se hallan los que han de figurar en esta crónica, a lo largo de los caminos que se abrían ante sus pasos.
viernes, 5 de septiembre de 2008
2 Literatura y Autor Textos
TEXTO 1
Carta a Mr. M
Mr. M
Desde que me preguntó porqué escribo, he estado intranquila. Constantemente me pregunto ¿para qué escribo? ¿Para qué escriben los demás? ¿Para quién?
¿Para qué escribe Ud. Mr. M? ¿Para quién?
Algunos eruditos aseguran que no vale la pena seguir escribiendo, ¿por qué escribir? ¿por qué multiplicar los libros, por qué querer a toda costa ser escritor, habiendo una sobreproducción inútil y absurda?
Claro, para llegar a esta conclusión ha sido preciso vaciarse de todo cuanto quisieron decir, despojarse de sus ideas y entregarlas al incauto lector que las encuentra. Entonces, yo me pregunto ¿a quién se aplica esta sugerencia de no escribir?, ¿a nosotros, los que aun no hemos vertido lo que llevamos dentro?
Porqué escribimos; sigue siendo la pregunta.
Por Ud., Mr. M., sé que escribir es un juego. Un juego que jugamos con nosotros mismos, o con los demás. Un juego que cambia constantemente.
Cuando me escribo a mí misma, juego con ese Yo desconocido. Lo reto a decirme todo eso que esconde dentro, mintiendo, imaginando, porque en ese embriagante momento de la creación, entre sueños o fantasías, encuentro la verdadera identidad de ese desinhibido Yo, que no tiene tiempo ni limitaciones, del Yo eterno materializado en las letras.
Escribir para otro es implicarlo en el secreto de las palabras, una revelación oculta. Acertijo. Sensaciones compartidas. Emociones que no se hablan, ni explican y la sola forma de eternizarlas es mezclándolas entre letras. Letras ambiguas que son silencio. Silencio de amantes.
Entonces Mr. M. , sólo cuando escribo, mi vida deja su material estancia en el tiempo-espacio. Deviene misteriosa, fantástica, sensual. Y ese es el solo contacto fructuoso. Enlace ilimitado, donde todo es posible gracias a la magia de aquella figura mística que me inspira y comparte conmigo un mundo pleno, magnánimo.
Con esto, le respondo Mr. M. : no escribo para la gente, ni importa cuanta gente lee. Escribo para alguien. Y hoy, escribí para Ud. Porque hay cosas que es mejor no decir y prefiero guardar entre el silencio de unas letras, para que sólo Ud. Mr. M., encuentre mi verdadera intención, al dibujar estas líneas.
M.
TEXTO 2
… En lo que se refiere a lo biográfico o no de mis novelas te contestaré que “si pero no”. Todos piensan que esas novelas son autobiográficas pero están equivocados aunque al mismo tiempo tienen razón y es bueno que así sea. Son posibles (o imposibles) biografías. Lo que pudo haber sido y no fue. Lo que hubiéramos querido que fuera. Lo que no pudimos hacer o llegar a ser. Etcétera. Pero no por eso la biografía del personaje corresponde de manera exacta a la vida del autor (cuando menos en mi caso). La literatura es siempre una especulación sin llegar a ser forzosamente filosofía. Y es una realidad sin llegar a ser la realidad. Y eso es lo más interesante: la literatura se acerca peligrosamente a las grandes verdades por el camino tortuoso pero inmaculado de la mentira. Es decir la ficción. Si los personajes son verosímiles y contundentes la ficción se vuelve real para el lector y es parte de la biografía del autor. Pero no es su vida. Es la vida prestada mentirosamente a los personajes. Por eso tienen que morir. Es sólo prestada para representar una parte del autor. Bueno. O malo. No. Quise decir: bueno creo que ya estoy escribiendo tonterías. ¿O no?
J.T.
TEXTO 3
DAVID COPPERFIELD
PREFACIO
Difícilmente podré alejarme lo bastante de este libro, todavía en las primeras emociones de haberlo terminado, para considerarlo con la frialdad que un encabezamiento así requiere. Mi interés está en él tan reciente y tan fuerte y mis sentimientos tan divididos entre la alegría y la pena (alegría por haber dado fin a mi tarea, pena por separarme de tantos compañeros), que corro el riesgo de aburrir al lector, a quien ya quiero, con confidencias personales y emociones íntimas.
Además, todo lo que pudiera decir sobre esta historia, con cualquier propósito, ya he tratado de decirlo en ella.
Y quizá interesa poco al lector el saber la tristeza con que se abandona la pluma al terminar una labor creadora de dos años, ni la emoción que siente el autor al enviar a ese mundo sombrío parte de sí mismo, cuando algunas de las criaturas de su imaginación se separan de él para siempre.
A pesar de todo, no tengo nada más que decir aquí, a menos de confesar (lo que sería todavía menos apropiado) que estoy seguro de que a nadie, al leer esta historia, podrá parecerle más real de lo que a mí me ha parecido al escribirla.
Por lo tanto, en lugar de mirar al pasado miraré al porvenir. No puedo cerrar estos volúmenes de un modo más agradable para mí que lanzando una mirada llena de esperanza hacia los tiempos en que vuelvan a publicarse mis dos hojas verdes mensuales, y dedicando un pensamiento agradecido al sol y a la lluvia que hayan caído sobre estas páginas de DAVID COPPERFIELD, haciéndome feliz.
Londres, octubre de 1850.
CAPÍTULO XI
EMPIEZO A VIVIR POR MI CUENTA, Y NO ME GUSTA
Conozco el mundo lo bastante para haber perdido casi la facultad de sorprenderme demasiado; sin embargo, aún ahora es motivo de sorpresa para mí el pensar cómo pude ser abandonado de aquel modo a semejante edad. Un niño de excelentes facultades, observador, ardiente, afectuoso, delicado de cuerpo y de espíritu .... parece inverosímil que no hubiera nadie que interviniera en favor mío. Pero nadie hizo nada, y a los diez años entré de obrero al servicio de la casa Murdstone y Grimby.
Los almacenes de Murdstone y Grimby estaban situados muy cerca del río en Blackfriars. Ahora han mejorado y modernizado aquello; pero entonces era la última casa de una calleja estrecha que iba a parar al río, con unos escalones al final que servían de embarcadero. Era una casa vieja, que por un lado daba al agua cuando estaba la marea alta y al fango cuando bajaba. Materialmente, estaba invadida por las ratas. Las habitaciones cubiertas de molduras descoloridas por el humo y el polvo de más de cien años, los escalones medio derrengados, los gritos y luchas de las ratas grises en las madrigueras, el verdín y la suciedad de todo, lo conservo en mi espíritu, no como cosa de hace muchos años, sino de ahora mismo. Todo lo veo igual que lo veía en la hora fatal en que llegué aquel día con mi mano temblorosa en la de mister Quinion.
TEXTO 4
Deconstructive Harry
Woody Allen
Allen reconoce que Harry expresa sus ideas filosóficas y sus pensamientos acerca de las relaciones entre la gente, sus opiniones sobre religión..., pero después puntualiza que su vida no es la de Harry, sino mucho más tranquila, demasiado aburrida para escribir sobre ella.
Judy Davis - Deconstructing Harry
A scene, taken from Woody Allen's Deconstructing Harry, in which Judy Davis's character gets pissed off at Woody after ... A scene, taken from Woody Allen's Deconstructing Harry, in which Judy Davis's character gets pissed off at Woody after having to suffer the consequences of her past being revealed in Woody's new novel.
Link al video de Desmontando a Harry
http://www.youtube.com/watch?v=ZxD0012FwsU
Desmontando a Harry 1997 (Desconstructing Harry)
Dirección: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Con notas autobiográficas, Allen interpreta a un escritor que va a ser homenajeado por la misma universidad que lo expulsó.
Allen pretendió en un primer momento subtitular la película como El peor hombre del mundo, ya que, como el mismo dijo, "Harry es un tipo desagradable, vacío, superficial y obsesionado sexualmente. Aunque él, en su defensa y cuando una de sus mujeres le acusa de ser el peor hombre del mundo, dice que es el cuarto en la lista, tras Hitler, Goebbels y Goering". A pesar de esto, Allen reconoce que Harry expresa sus ideas filosóficas y sus pensamientos acerca de las relaciones entre la gente, sus opiniones sobre religión..., pero después puntualiza que su vida no es la de Harry, sino mucho más tranquila, demasiado aburrida para escribir sobre ella.
Intentó que la película fuera protagonizada por Dustin Hoffman o Robert de Niro, pero sus agendas lo impidieron, por lo que tuvo que hacerlo él mismo.
En la película se suceden un sinfín de escenas, independientes entre sí pero a la vez conexas, en las que con cada personaje Allen nos va revelando (o desmontando) la vida de este escritor sin ideas y adicto al sexo.
Quizá es la mejor película de Allen como director, que aunque no alcance cómicamente a películas anteriores, las sobrepasa en contenido.
Link al sitio de Woody Allen
http://www.geocities.com/hollywood/location/5751/index.html
Carta a Mr. M
Mr. M
Desde que me preguntó porqué escribo, he estado intranquila. Constantemente me pregunto ¿para qué escribo? ¿Para qué escriben los demás? ¿Para quién?
¿Para qué escribe Ud. Mr. M? ¿Para quién?
Algunos eruditos aseguran que no vale la pena seguir escribiendo, ¿por qué escribir? ¿por qué multiplicar los libros, por qué querer a toda costa ser escritor, habiendo una sobreproducción inútil y absurda?
Claro, para llegar a esta conclusión ha sido preciso vaciarse de todo cuanto quisieron decir, despojarse de sus ideas y entregarlas al incauto lector que las encuentra. Entonces, yo me pregunto ¿a quién se aplica esta sugerencia de no escribir?, ¿a nosotros, los que aun no hemos vertido lo que llevamos dentro?
Porqué escribimos; sigue siendo la pregunta.
Por Ud., Mr. M., sé que escribir es un juego. Un juego que jugamos con nosotros mismos, o con los demás. Un juego que cambia constantemente.
Cuando me escribo a mí misma, juego con ese Yo desconocido. Lo reto a decirme todo eso que esconde dentro, mintiendo, imaginando, porque en ese embriagante momento de la creación, entre sueños o fantasías, encuentro la verdadera identidad de ese desinhibido Yo, que no tiene tiempo ni limitaciones, del Yo eterno materializado en las letras.
Escribir para otro es implicarlo en el secreto de las palabras, una revelación oculta. Acertijo. Sensaciones compartidas. Emociones que no se hablan, ni explican y la sola forma de eternizarlas es mezclándolas entre letras. Letras ambiguas que son silencio. Silencio de amantes.
Entonces Mr. M. , sólo cuando escribo, mi vida deja su material estancia en el tiempo-espacio. Deviene misteriosa, fantástica, sensual. Y ese es el solo contacto fructuoso. Enlace ilimitado, donde todo es posible gracias a la magia de aquella figura mística que me inspira y comparte conmigo un mundo pleno, magnánimo.
Con esto, le respondo Mr. M. : no escribo para la gente, ni importa cuanta gente lee. Escribo para alguien. Y hoy, escribí para Ud. Porque hay cosas que es mejor no decir y prefiero guardar entre el silencio de unas letras, para que sólo Ud. Mr. M., encuentre mi verdadera intención, al dibujar estas líneas.
M.
TEXTO 2
… En lo que se refiere a lo biográfico o no de mis novelas te contestaré que “si pero no”. Todos piensan que esas novelas son autobiográficas pero están equivocados aunque al mismo tiempo tienen razón y es bueno que así sea. Son posibles (o imposibles) biografías. Lo que pudo haber sido y no fue. Lo que hubiéramos querido que fuera. Lo que no pudimos hacer o llegar a ser. Etcétera. Pero no por eso la biografía del personaje corresponde de manera exacta a la vida del autor (cuando menos en mi caso). La literatura es siempre una especulación sin llegar a ser forzosamente filosofía. Y es una realidad sin llegar a ser la realidad. Y eso es lo más interesante: la literatura se acerca peligrosamente a las grandes verdades por el camino tortuoso pero inmaculado de la mentira. Es decir la ficción. Si los personajes son verosímiles y contundentes la ficción se vuelve real para el lector y es parte de la biografía del autor. Pero no es su vida. Es la vida prestada mentirosamente a los personajes. Por eso tienen que morir. Es sólo prestada para representar una parte del autor. Bueno. O malo. No. Quise decir: bueno creo que ya estoy escribiendo tonterías. ¿O no?
J.T.
TEXTO 3
DAVID COPPERFIELD
PREFACIO
Difícilmente podré alejarme lo bastante de este libro, todavía en las primeras emociones de haberlo terminado, para considerarlo con la frialdad que un encabezamiento así requiere. Mi interés está en él tan reciente y tan fuerte y mis sentimientos tan divididos entre la alegría y la pena (alegría por haber dado fin a mi tarea, pena por separarme de tantos compañeros), que corro el riesgo de aburrir al lector, a quien ya quiero, con confidencias personales y emociones íntimas.
Además, todo lo que pudiera decir sobre esta historia, con cualquier propósito, ya he tratado de decirlo en ella.
Y quizá interesa poco al lector el saber la tristeza con que se abandona la pluma al terminar una labor creadora de dos años, ni la emoción que siente el autor al enviar a ese mundo sombrío parte de sí mismo, cuando algunas de las criaturas de su imaginación se separan de él para siempre.
A pesar de todo, no tengo nada más que decir aquí, a menos de confesar (lo que sería todavía menos apropiado) que estoy seguro de que a nadie, al leer esta historia, podrá parecerle más real de lo que a mí me ha parecido al escribirla.
Por lo tanto, en lugar de mirar al pasado miraré al porvenir. No puedo cerrar estos volúmenes de un modo más agradable para mí que lanzando una mirada llena de esperanza hacia los tiempos en que vuelvan a publicarse mis dos hojas verdes mensuales, y dedicando un pensamiento agradecido al sol y a la lluvia que hayan caído sobre estas páginas de DAVID COPPERFIELD, haciéndome feliz.
Londres, octubre de 1850.
CAPÍTULO XI
EMPIEZO A VIVIR POR MI CUENTA, Y NO ME GUSTA
Conozco el mundo lo bastante para haber perdido casi la facultad de sorprenderme demasiado; sin embargo, aún ahora es motivo de sorpresa para mí el pensar cómo pude ser abandonado de aquel modo a semejante edad. Un niño de excelentes facultades, observador, ardiente, afectuoso, delicado de cuerpo y de espíritu .... parece inverosímil que no hubiera nadie que interviniera en favor mío. Pero nadie hizo nada, y a los diez años entré de obrero al servicio de la casa Murdstone y Grimby.
Los almacenes de Murdstone y Grimby estaban situados muy cerca del río en Blackfriars. Ahora han mejorado y modernizado aquello; pero entonces era la última casa de una calleja estrecha que iba a parar al río, con unos escalones al final que servían de embarcadero. Era una casa vieja, que por un lado daba al agua cuando estaba la marea alta y al fango cuando bajaba. Materialmente, estaba invadida por las ratas. Las habitaciones cubiertas de molduras descoloridas por el humo y el polvo de más de cien años, los escalones medio derrengados, los gritos y luchas de las ratas grises en las madrigueras, el verdín y la suciedad de todo, lo conservo en mi espíritu, no como cosa de hace muchos años, sino de ahora mismo. Todo lo veo igual que lo veía en la hora fatal en que llegué aquel día con mi mano temblorosa en la de mister Quinion.
TEXTO 4
Deconstructive Harry
Woody Allen
Allen reconoce que Harry expresa sus ideas filosóficas y sus pensamientos acerca de las relaciones entre la gente, sus opiniones sobre religión..., pero después puntualiza que su vida no es la de Harry, sino mucho más tranquila, demasiado aburrida para escribir sobre ella.
Judy Davis - Deconstructing Harry
A scene, taken from Woody Allen's Deconstructing Harry, in which Judy Davis's character gets pissed off at Woody after ... A scene, taken from Woody Allen's Deconstructing Harry, in which Judy Davis's character gets pissed off at Woody after having to suffer the consequences of her past being revealed in Woody's new novel.
Link al video de Desmontando a Harry
http://www.youtube.com/watch?v=ZxD0012FwsU
Desmontando a Harry 1997 (Desconstructing Harry)
Dirección: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Con notas autobiográficas, Allen interpreta a un escritor que va a ser homenajeado por la misma universidad que lo expulsó.
Allen pretendió en un primer momento subtitular la película como El peor hombre del mundo, ya que, como el mismo dijo, "Harry es un tipo desagradable, vacío, superficial y obsesionado sexualmente. Aunque él, en su defensa y cuando una de sus mujeres le acusa de ser el peor hombre del mundo, dice que es el cuarto en la lista, tras Hitler, Goebbels y Goering". A pesar de esto, Allen reconoce que Harry expresa sus ideas filosóficas y sus pensamientos acerca de las relaciones entre la gente, sus opiniones sobre religión..., pero después puntualiza que su vida no es la de Harry, sino mucho más tranquila, demasiado aburrida para escribir sobre ella.
Intentó que la película fuera protagonizada por Dustin Hoffman o Robert de Niro, pero sus agendas lo impidieron, por lo que tuvo que hacerlo él mismo.
En la película se suceden un sinfín de escenas, independientes entre sí pero a la vez conexas, en las que con cada personaje Allen nos va revelando (o desmontando) la vida de este escritor sin ideas y adicto al sexo.
Quizá es la mejor película de Allen como director, que aunque no alcance cómicamente a películas anteriores, las sobrepasa en contenido.
Link al sitio de Woody Allen
http://www.geocities.com/hollywood/location/5751/index.html
jueves, 4 de septiembre de 2008
Movimientos Literarios por Jaime Turrent
Jaime Turrent
San Andrés Tuxtla, Veracruz 1946
Estudió Derecho en la Universidad Veracruzana y Letras en la UNAM. Ha sido jefe del departamento editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana (1987) y colaborador de La Palabra y El Hombre; Revista de la Universidad ; Diario de Xalapa; La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre; y El Gallo Ilustrado, suplemento del cotidiano El Día. Autor de las novelas Los Encantados, La Eterna Noche del Desconsuelo y Una sombra que pasa.
EL CLASICISMO
Todo movimiento artístico y social es una reacción a las formas estereotipadas y anquilosadas de épocas anteriores. El clasicismo no es la excepción y marca la ruptura con la Edad Media, y con el arte gótico preponderante hasta finales del siglo XIV. El Renacimiento no es sólo volver la mirada al pasado con nostalgia y retomar las enseñanzas de la Grecia antigua y la Roma Imperial, sino un retorno al ser humano como potencia creadora y como centro de la creación.
Así que el clasicismo no es un simple retorno a la antigüedad greco-latina. La evolución es constante y durante los siglos XV, XVI y XVII, se aplican nuevas técnicas en todos los órdenes, se crean formas nuevas, y se amplían los conocimientos científicos que se adaptan a la época y transforman a la sociedad. En arquitectura la proporción, la perspectiva y el uso de la cúpula son sus características fundamentales. En la pintura se profundiza en el estudio de las formas humanas, la perspectiva y el análisis del espacio y de la luz. En escultura es notable la exaltación de la figura humana. Y en literatura el surgimiento de la imprenta (1440) y la rápida propagación de las lenguas vulgares en substitución del latín son acontecimientos de máxima importancia, además de la introducción del endecasílabo, el soneto y la lira, como nuevas formas métricas.
En Francia es en el teatro donde el clasicismo se desarrolla hasta lograr casi la perfección. Fue Nicolás Boileau (1636-1711) quien en su Arte Poética fija las reglas imperiosas, rígidas e intransigentes, al clasicismo francés. Una tragedia tenía que ser única y exclusivamente una tragedia, de principio a fin, sin admitir ninguna desviación, hacia el humor, por ejemplo. Y entre estas reglas se encuentran las conocidas como “unidades aristotélicas”: unidad de tiempo (tiempo lineal lo más cercano posible al tiempo “natural”), unidad de lugar (siempre el mismo lugar o con pequeñas variaciones) y unidad de acción (un solo hecho sin ningún “contrapunto” o acciones paralelas). Fue, quizás, debido a todas estas trabas y restricciones que los dramaturgos del reinado de Luis XIV (Corneille, Racine y Mollière) alcanzaron una extremada perfección lingüística que los convirtió en clásicos indiscutibles e inigualables.
IFIGENIA
de Jean Racine (1639-1699)
Acto III. Escena V.
ARCAS: Señora, todo está listo para la ceremonia.
El rey espera a Ifigenia cerca del ara y yo vengo a solicitarla.
¡Perdón! Vengo contra su voluntad a implorar para ella vuestro
apoyo.
AQUILES: Arcas, ¿qué dices?
ARCAS: No veo a nadie más que pueda defenderla.
AQUILES: ¿Contra quién?
ARCAS: Lo nombro y acuso con remordimiento.
En tanto que he podido he guardado el secreto.
Pero el cuchillo y la venda, el fuego, todo está listo
Y debido a que todo ello hace arder mi cabeza
Me he decidido a hablar.
CLITEMNESTRA: No sé por qué tiemblo. Explícate Arcas.
AQUILES: Sea lo que sea, habla.
ARCAS: Vos sois su prometido y ella su madre.
Cuidad de no enviar la princesa a su padre.
CLITEMNESTRA: ¿Por qué hemos de desobedecerlo?
AQUILES: ¿Por qué debo desconfiar?
ARCAS: Su padre la espera al pie del altar para sacrificarla.
AQUILES: ¿El..?
CLITEMNESTRA: ¿Su hija?
IFIGENIA: ¡Mi padre!
EL ROMANTICISMO
El romanticismo es el reino de la fantasía, la libertad, la subjetividad y la imaginación creativa sin límites ni reglas. La exaltación de las pasiones impregnadas casi siempre por un sentimiento trágico de la vida, reveladas a través del sueño, los paisajes exóticos o el pasado remoto (en sus inicios preferentemente la Edad Media). Es el misterio insondable. Lo desconocido. El libre juego de la sensibilidad en el arte. La supremacía del sentimiento. Y el culto a la personalidad.
Punto de partida del arte moderno en todas sus manifestaciones, este movimiento artístico surge a finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, como furiosa oposición y rechazo al estricto formalismo clásico y neoclásico y al racionalismo ilustrado o filosófico que imperó durante todo el siglo XVIII, llamado el siglo de la Ilustración. De los postulados del romanticismo nacen posteriormente el realismo, el naturalismo, el impresionismo, el simbolismo, el psicologismo, y hasta el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, entre otros movimientos artísticos que no hubieran prosperado sin sus marcados antecedentes románticos.
El romanticismo es también una recreación de la naturaleza a través del espíritu humano. Por eso se dice que los románticos inventaron el paisaje. En la época clásica y neoclásica el paisaje es sólo un inerte telón de fondo, un escenario estático y difuminado. Para el romántico, en cambio, el paisaje es fundamental (tanto en la pintura como en la literatura) porque despierta los estados afectivos del espectador o el lector. Si la naturaleza está en calma, crea un ambiente de meditación, de ensueño o ensimismamiento. Si por el contrario se agita y nos encontramos ante un cielo tormentoso o un mar embravecido, esto sirve para subrayar que hay un conflicto pasional intenso. La naturaleza revela el estado de ánimo de los personajes románticos.
El romanticismo se impuso y ha sobrevivido hasta nuestros días porque es el triunfo del sentimiento sobre la razón.
La última hora
De Théophile Gautier (1811-1872)
En el callado y calvo bosque
sólo a la rama le ha quedado
una pobre hoja ahí perdida
y un pobre pájaro olvidado.
Ya no le queda al alma mía
más que un amor para cantar,
Pero las ráfagas de Otoño
no me lo dejan escuchar.
Cae la hoja y huye el pájaro,
el amor muere y es invierno.
Canta en mi tumba, pajarillo,
Cuando aquél árbol esté tierno.
El desdichado
de Gerard de Nerval (1808-1855)
Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolado,
el príncipe de Aquitania en la torre suprimida:
mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
ostenta el sol negro de la melancolía.
Tú que me has consolado en la noche de la tumba,
restitúyeme el Posilipo y la mar de Italia
la flor que ama tanto mi corazón desolado,
y el emparrado donde el pámpano a la rosa se enlaza.
¿Soy el amor o Febo, Lusiñán o Birón?
Mi frente aún está roja del beso de la reina;
he soñado en la gruta donde navega la sirena.
Y vencedor dos veces he atravesado el Aqueronte
modulando cada vez en la lira de Orfeo
los suspiros de la santa y los gritos del hada.
EL SURREALISMO
Los movimientos de vanguardia toman por asalto el siglo XX desde sus inicios. En 1909 Tommaso Marinetti publica el Manifiesto futurista , cuyos postulados son una violenta ruptura con el pasado, exaltación de la velocidad como símbolo de la nueva sociedad industrial: “Una motocicleta en movimiento es más bella que la Victoria de Samotracia” y desdén por todo afán de perennidad: demolición de museos y bibliotecas, y abolición de la sintaxis, la gramática y la puntuación. El futurismo intenta integrar el arte y la vida artística a las nuevas formas de vida urbana e industrial con una explosiva mezcla (muy actual) de violencia, audacia y revolución.
Poco tiempo después, en Zürich, Suiza, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un grupo de refugiados (Louis Aragon, Paul Eluard, Marcel Duchamp, Francis Picabia y Hans Arp, que luego pasarían en bloque a formar parte del surrealismo) encabezados por Tristán Tzará, crean el movimiento dadaísta que rechazaba los valores establecidos buscando formas de expresión nuevas (collage) basados sólo en el azar, la intuición y la irracional distribución de diversos y heterogéneos elementos.
Luego, 1924, André Breton publica el Manifiesto surrealista donde sienta las bases del automatismo psíquico como medio de expresión artística a partir de los planteamientos dadaístas: “Automatismo psíquico puro, en virtud del cual uno se propone expresar el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento con ausencia de todo control y ejercido por la razón y al margen de toda preocupación estética o moral. El surrealismo se sostiene sobre la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociaciones desdeñadas hasta la fecha, en la omnipotencia del sueño y en el juego desinteresado del pensamiento.”
Como el anterior, son muchos los postulados de este primer manifiesto y otros publicados en manifiestos posteriores, que lograron revolucionar la literatura, el arte y la vida del siglo XX, exaltando los valores del sueño, del deseo, del instinto y de la rebelión.
En el camino de San Romano
(fragmento)
de André Breton (1896-1966)
La poesía se hace en un lecho, como el amor;
sus sábanas revueltas son la aurora de las cosas;
la poesía se hace en los bosques.
Tiene el espacio que necesita,
No éste, sino aquel que condicionan.
El ojo del milano,
el rocío sobre una flor de cola de caballo,
el recuerdo de una botella de Traminer empañada
sobre una bandeja de plata,
un mástil de turmalina en el mar,
y el camino de la mental aventura
que asciende a pico
una parada se llena de maleza enseguida.
Eso no se grita sobre los tejados,
no es conveniente dejar la puerta abierta
o llamar a testigos.
Los bancos de pescados, los setos llenos de pájaros,
los raíles a la entrada de una gran estación,
los reflejos de las orillas de un río,
los surcos en el pan,
las burbujas del arroyo,
los días del calendario,
el corazoncillo…
El acto de amor y el acto de la poesía
Son incompatibles
con la lectura del diario en voz alta…
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