jueves, 4 de septiembre de 2008

Movimientos Literarios por Jaime Turrent

Jaime Turrent
San Andrés Tuxtla, Veracruz 1946
Estudió Derecho en la Universidad Veracruzana y Letras en la UNAM. Ha sido jefe del departamento editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana (1987) y colaborador de La Palabra y El Hombre; Revista de la Universidad ; Diario de Xalapa; La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre; y El Gallo Ilustrado, suplemento del cotidiano El Día. Autor de las novelas Los Encantados, La Eterna Noche del Desconsuelo y Una sombra que pasa.

EL CLASICISMO


Todo movimiento artístico y social es una reacción a las formas estereotipadas y anquilosadas de épocas anteriores. El clasicismo no es la excepción y marca la ruptura con la Edad Media, y con el arte gótico preponderante hasta finales del siglo XIV. El Renacimiento no es sólo volver la mirada al pasado con nostalgia y retomar las enseñanzas de la Grecia antigua y la Roma Imperial, sino un retorno al ser humano como potencia creadora y como centro de la creación.
Así que el clasicismo no es un simple retorno a la antigüedad greco-latina. La evolución es constante y durante los siglos XV, XVI y XVII, se aplican nuevas técnicas en todos los órdenes, se crean formas nuevas, y se amplían los conocimientos científicos que se adaptan a la época y transforman a la sociedad. En arquitectura la proporción, la perspectiva y el uso de la cúpula son sus características fundamentales. En la pintura se profundiza en el estudio de las formas humanas, la perspectiva y el análisis del espacio y de la luz. En escultura es notable la exaltación de la figura humana. Y en literatura el surgimiento de la imprenta (1440) y la rápida propagación de las lenguas vulgares en substitución del latín son acontecimientos de máxima importancia, además de la introducción del endecasílabo, el soneto y la lira, como nuevas formas métricas.
En Francia es en el teatro donde el clasicismo se desarrolla hasta lograr casi la perfección. Fue Nicolás Boileau (1636-1711) quien en su Arte Poética fija las reglas imperiosas, rígidas e intransigentes, al clasicismo francés. Una tragedia tenía que ser única y exclusivamente una tragedia, de principio a fin, sin admitir ninguna desviación, hacia el humor, por ejemplo. Y entre estas reglas se encuentran las conocidas como “unidades aristotélicas”: unidad de tiempo (tiempo lineal lo más cercano posible al tiempo “natural”), unidad de lugar (siempre el mismo lugar o con pequeñas variaciones) y unidad de acción (un solo hecho sin ningún “contrapunto” o acciones paralelas). Fue, quizás, debido a todas estas trabas y restricciones que los dramaturgos del reinado de Luis XIV (Corneille, Racine y Mollière) alcanzaron una extremada perfección lingüística que los convirtió en clásicos indiscutibles e inigualables.




IFIGENIA
de Jean Racine (1639-1699)

Acto III. Escena V.

ARCAS: Señora, todo está listo para la ceremonia.
El rey espera a Ifigenia cerca del ara y yo vengo a solicitarla.
¡Perdón! Vengo contra su voluntad a implorar para ella vuestro
apoyo.

AQUILES: Arcas, ¿qué dices?

ARCAS: No veo a nadie más que pueda defenderla.

AQUILES: ¿Contra quién?

ARCAS: Lo nombro y acuso con remordimiento.
En tanto que he podido he guardado el secreto.
Pero el cuchillo y la venda, el fuego, todo está listo
Y debido a que todo ello hace arder mi cabeza
Me he decidido a hablar.

CLITEMNESTRA: No sé por qué tiemblo. Explícate Arcas.

AQUILES: Sea lo que sea, habla.

ARCAS: Vos sois su prometido y ella su madre.
Cuidad de no enviar la princesa a su padre.

CLITEMNESTRA: ¿Por qué hemos de desobedecerlo?

AQUILES: ¿Por qué debo desconfiar?

ARCAS: Su padre la espera al pie del altar para sacrificarla.

AQUILES: ¿El..?

CLITEMNESTRA: ¿Su hija?

IFIGENIA: ¡Mi padre!




EL ROMANTICISMO


El romanticismo es el reino de la fantasía, la libertad, la subjetividad y la imaginación creativa sin límites ni reglas. La exaltación de las pasiones impregnadas casi siempre por un sentimiento trágico de la vida, reveladas a través del sueño, los paisajes exóticos o el pasado remoto (en sus inicios preferentemente la Edad Media). Es el misterio insondable. Lo desconocido. El libre juego de la sensibilidad en el arte. La supremacía del sentimiento. Y el culto a la personalidad.
Punto de partida del arte moderno en todas sus manifestaciones, este movimiento artístico surge a finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, como furiosa oposición y rechazo al estricto formalismo clásico y neoclásico y al racionalismo ilustrado o filosófico que imperó durante todo el siglo XVIII, llamado el siglo de la Ilustración. De los postulados del romanticismo nacen posteriormente el realismo, el naturalismo, el impresionismo, el simbolismo, el psicologismo, y hasta el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, entre otros movimientos artísticos que no hubieran prosperado sin sus marcados antecedentes románticos.
El romanticismo es también una recreación de la naturaleza a través del espíritu humano. Por eso se dice que los románticos inventaron el paisaje. En la época clásica y neoclásica el paisaje es sólo un inerte telón de fondo, un escenario estático y difuminado. Para el romántico, en cambio, el paisaje es fundamental (tanto en la pintura como en la literatura) porque despierta los estados afectivos del espectador o el lector. Si la naturaleza está en calma, crea un ambiente de meditación, de ensueño o ensimismamiento. Si por el contrario se agita y nos encontramos ante un cielo tormentoso o un mar embravecido, esto sirve para subrayar que hay un conflicto pasional intenso. La naturaleza revela el estado de ánimo de los personajes románticos.
El romanticismo se impuso y ha sobrevivido hasta nuestros días porque es el triunfo del sentimiento sobre la razón.








La última hora
De Théophile Gautier (1811-1872)

En el callado y calvo bosque
sólo a la rama le ha quedado
una pobre hoja ahí perdida
y un pobre pájaro olvidado.

Ya no le queda al alma mía
más que un amor para cantar,
Pero las ráfagas de Otoño
no me lo dejan escuchar.

Cae la hoja y huye el pájaro,
el amor muere y es invierno.
Canta en mi tumba, pajarillo,
Cuando aquél árbol esté tierno.


El desdichado
de Gerard de Nerval (1808-1855)

Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolado,
el príncipe de Aquitania en la torre suprimida:
mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
ostenta el sol negro de la melancolía.

Tú que me has consolado en la noche de la tumba,
restitúyeme el Posilipo y la mar de Italia
la flor que ama tanto mi corazón desolado,
y el emparrado donde el pámpano a la rosa se enlaza.

¿Soy el amor o Febo, Lusiñán o Birón?
Mi frente aún está roja del beso de la reina;
he soñado en la gruta donde navega la sirena.

Y vencedor dos veces he atravesado el Aqueronte
modulando cada vez en la lira de Orfeo
los suspiros de la santa y los gritos del hada.






EL SURREALISMO


Los movimientos de vanguardia toman por asalto el siglo XX desde sus inicios. En 1909 Tommaso Marinetti publica el Manifiesto futurista , cuyos postulados son una violenta ruptura con el pasado, exaltación de la velocidad como símbolo de la nueva sociedad industrial: “Una motocicleta en movimiento es más bella que la Victoria de Samotracia” y desdén por todo afán de perennidad: demolición de museos y bibliotecas, y abolición de la sintaxis, la gramática y la puntuación. El futurismo intenta integrar el arte y la vida artística a las nuevas formas de vida urbana e industrial con una explosiva mezcla (muy actual) de violencia, audacia y revolución.
Poco tiempo después, en Zürich, Suiza, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un grupo de refugiados (Louis Aragon, Paul Eluard, Marcel Duchamp, Francis Picabia y Hans Arp, que luego pasarían en bloque a formar parte del surrealismo) encabezados por Tristán Tzará, crean el movimiento dadaísta que rechazaba los valores establecidos buscando formas de expresión nuevas (collage) basados sólo en el azar, la intuición y la irracional distribución de diversos y heterogéneos elementos.
Luego, 1924, André Breton publica el Manifiesto surrealista donde sienta las bases del automatismo psíquico como medio de expresión artística a partir de los planteamientos dadaístas: “Automatismo psíquico puro, en virtud del cual uno se propone expresar el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento con ausencia de todo control y ejercido por la razón y al margen de toda preocupación estética o moral. El surrealismo se sostiene sobre la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociaciones desdeñadas hasta la fecha, en la omnipotencia del sueño y en el juego desinteresado del pensamiento.”
Como el anterior, son muchos los postulados de este primer manifiesto y otros publicados en manifiestos posteriores, que lograron revolucionar la literatura, el arte y la vida del siglo XX, exaltando los valores del sueño, del deseo, del instinto y de la rebelión.







En el camino de San Romano
(fragmento)
de André Breton (1896-1966)

La poesía se hace en un lecho, como el amor;
sus sábanas revueltas son la aurora de las cosas;
la poesía se hace en los bosques.

Tiene el espacio que necesita,
No éste, sino aquel que condicionan.

El ojo del milano,
el rocío sobre una flor de cola de caballo,
el recuerdo de una botella de Traminer empañada
sobre una bandeja de plata,
un mástil de turmalina en el mar,
y el camino de la mental aventura
que asciende a pico
una parada se llena de maleza enseguida.

Eso no se grita sobre los tejados,
no es conveniente dejar la puerta abierta
o llamar a testigos.

Los bancos de pescados, los setos llenos de pájaros,
los raíles a la entrada de una gran estación,
los reflejos de las orillas de un río,
los surcos en el pan,
las burbujas del arroyo,
los días del calendario,
el corazoncillo…

El acto de amor y el acto de la poesía
Son incompatibles
con la lectura del diario en voz alta…

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